Barrio Juan M. de Rosas: cuando la exclusión se transforma en muerte

Dos muertes ponen al descubierto el rol de las instituciones del Estado en una zona que parece no existir para las autoridades. Los vecinos se sienten desprotegidos.

23 Abr 2017
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En esta cuadra se produjeron dos robos a ancianas en un mismo día

En la periferia más alejada de la ciudad de Salta, hacia el norte, se encuentra el barrio Juan Manuel de Rosas.

Más de 3000 familias son las que viven a unos metros del río Vaqueros, en una barriada que durante los últimos 25 años no paró de crecer. Lo que también creció fue la necesidad, una muestra de la marginación y del rol periférico que ocupan los habitantes de esta zona en las políticas estatales.

Recién en el último tiempo se está regularizando la situación de los terrenos para que cada vecino cuente con las escrituras de los mismos. Pese a que la mayoría de las familias que vive en este barrio cuenta con servicio de luz, agua y cloacas, la muerte de dos mujeres desnudó serias falencias del Estado.

El caso de Daniela Guantay es solamente la punta de un iceberg que poco a poco empieza a descubrirse. La semana pasada Yuliana de seis años murió de una peritonitis porque no fue atendida a tiempo.

Estos dos casos son el peor desenlace para la vida de los vecinos de Juan Manuel de Rosas, los más graves, aunque también se den casos de violencia en los que nadie parece actuar al respecto. Hace una semana también dos abuelas de una misma cuadra fueron violentadas y asaltadas en un mismo día.

En uno de los casos, según el testimonio de los vecinos, llegó un patrullero, y se fue sin recibir la denuncia de la víctima del robo.

Sistema de salud saturado y deficiente

La muerte de Yuliana podría haberse evitado si se contara con un sistema de salud adecuado.

El centro de salud N° 55 de barrio 17 de octubre debe brindar atención no solo a los vecinos esta barriada, sino también a los de barrio Unión, Juan Manuel de Rosas y Leopoldo Lugones. Hasta allí llegó Ana Laura Vargas, con su hija Yuliana de seis años hace casi dos semanas.

El lunes 4 de abril, la nena tenía fiebre y dolores en la zona abdominal, por lo que su mamá la llevó a la salita. Según el testimonio de la madre, allí la revisaron y le dieron una derivación al Centro de Salud de cabecera de la zona, el de barrio Castañares.

Al otro día le hicieron allí análisis de sangre y orina, y la enviaron de nuevo a la salita de barrio 17 de octubre. Tras sacar turno para unos días después, Yuliana comenzó a empeorar, por lo que sus padres la llevaron al Hospital Materno infantil.

Una vez en el nosocomio, el problema fue esperar que atiendan a la niña en la guardia, hasta que el personal de seguridad los hizo pasar tras constatar el estado lamentable en que se encontraba Yuliana. Una vez allí ya era demasiado tarde. La nena falleció en la terapia intensiva del hospital por una peritonitis diagnosticada muy tarde.

“Yuliana venía todas las tardes a merendar, y la semana pasada la tuvimos que estar velando” expresa con tristeza María Fernanda Mamaní, referente vecinal y encargada del merendero Divino Niño Jesús.

Sobre el problema de la atención en materia de Salud pública, la referente vecinal manifiesta: “El centro de salud cabecera acá es el de Castañares, pero usted va a Castañeares y no tienen nada. A nosotros no nos sirve un centro de salud cuando no tiene ni médicos, apenas tiene una enfermera”.


¿Quién les da seguridad?

Tanto la muerte de Yuliana, como la de Daniela Guantay atraviesan la realidad de María Fernanda.

Es que las dos asistían todos los días al merendero Divino Niño Jesús junto a 94 chicos y 10 mamás, todos con grandes necesidades. La muerte de Daniela puso al descubierto las falencias del sistema de seguridad que debería dar tranquilidad a los vecinos.

“En la comisaría 103 jamás nos quieren recibir las denuncias, nos dicen que vayamos a denunciar a otro lado” cuenta Mamaní. La mujer cuenta con dolor lo que le dijeron cuando, junto a Verónica Guantay, fueron a denunciar la desaparición de su hija.

“Se debe haber ido con un macho, ya va a volver”, “una pipera menos” fueron algunas de las frases que escuchó esa noche de boca de los encargados de recibirle la denuncia.

No fueron mejores las respuestas que obtuvo cuando fue a radicar la denuncia una de las abuelas a las que asaltaron la semana pasada.

“A la abuela a la que asaltaron le dijeron que lleve las boletas de la jarra eléctrica y de la plancha que le habían robado y no le quisieron recibir la denuncia” afirma la referente vecinal.

Otro caso fue el de una chica de 16 años que vive en la manzana W de barrio Juan Manuel de Rosas, a quien no quisieron tomarle una denuncia por violencia de género por ser menor de edad.

“Fue desesperada, el chico la masacró a golpes y le dijeron que no le iban a recibir la denuncia, y ni siquiera fueron a ver qué había pasado” comenta Mamaní, quien muchas veces hace de mediadora entre las autoridades y los vecinos ante la falta de respuestas.

El momento en la que entraron a casa de una de las abuelas a robarle y la golpearon, María salió de su casa y llamó a la policía, el móvil llegó a los pocos minutos pero se fue sin tomarle la denuncia porque un muchacho empezó a agredir a los policías. “Al final los policías se fueron porque más les preocupó que le vayan a romper el móvil y no se han preocupado en ver lo que le había pasado a la abuela” recuerda la referente vecinal. Esa misma tarde habían asaltado a otra abuela y el año pasado a un abuelo discapacitado.

Sin respuestas

En la búsqueda de soluciones para su gente, María Fernanda parece estar sola, nadie parece responder a las necesidades de las 3000 familias que viven en su barrio.

“Me siento desilusionada de la policía, ellos son auxiliares de la seguridad, salgo sola a lucha a pedir justicia, a pedir una solución para la gente, ya no se quien hablar, más de uno me dice que soy una loca, que hago problemas” expresa la referente vecinal.

La violencia y las drogas atraviesan las realidades de cada familia y se mete en cada una de sus casas.

Así lo expresa la mujer. “Las necesidades son muchas, en muchas oportunidades pueden notar la ausencia de los padres en la mayoría de los chicos, chicos que mamá y papá están detenidos por drogas, o con papá detenido por droga y mamá que se dedicó a drogarse y desapareció de la casa. Cada chico acarrea un problema” comenta Mamaní.

“Acá los enfrentamientos son continuos, se escuchan disparos, se escuchan correteadas. A esto lo empecé a notar hace un mes, es como que se les fue la mano, o la policía no está haciendo bien su trabajo o hacen de cuenta que no les importa. Empecé a ver más chicos adictos, barritas en las esquinas, y hasta chicos que no conozco. En todos los enfrentamientos en todas las peleas en todos los robos siempre está la droga y el alcohol” agrega la mujer.  

“Te van a pasar factura”

Mamaní sostiene que el accionar policial es una suerte de venganza ante los continuos reclamos de los vecinos por la falta de atención.

“Me dijeron déjate de molestar, te van a pasar factura, la policía en cualquier momento te va a pasar factura a vos” cuenta que le dijeron a la referente vecinal.

“Estas son las facturas que me pasan, de no atenderla a la gente, la gente no tiene la culpa” reflexiona Mamaní quien envió una nota al Ministro de Seguridad el año pasado y aún no obtuvo respuesta.


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