¿Qué pasará si a Nisman lo asesinaron?

20 Sep 2017
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2015. Nisman murió el 18/02.

Aleardo F. Laría - Agencia DyN

BUENOS AIRES.- Los fiscales que han venido impulsando la tesis del magnicidio de Alberto Nisman (foto) han conseguido un dictamen pericial de Gendarmería favorable a su hipótesis. A partir de esa novedad, los aficionados a las novelas policiales tendrán ahora que develar algunos misterios. Si la muerte de Nisman fue un asesinato, el primer enigma que se presenta parte del hecho de que la escena que dejaron los asesinos ha sido la propia de un suicidio. No es habitual que luego de cometido un asesinato se dediquen denodados esfuerzos para simular un suicidio, de modo que habría que encontrar una explicación razonable de los móviles que llevaron a realizar una tarea que habría insumido varias horas de minuciosa y arriesgada labor. Como se verá a continuación, tampoco es este el único misterio. Otro enigma es cómo hicieron los autores, acompañados de una brigada de limpieza, para entrar en el departamento del fiscal sin ser advertidos por los diversos grupos policiales que lo custodiaban. Según Clarín (16/8/17), además de los 10 custodios de la Policía Federal, a Nisman lo protegía también un equipo de Prefectura y otro de la SIDE. No es de descartar que el fiscal contara también con la protección del Mossad (servicio secreto israelí). Pese a estas extraordinarias medidas de seguridad, el equipo de asesinos logró colarse en el interior de un departamento cerrado con modernos sistemas de seguridad, sin fracturarlo y sin dejar rastros del ingreso ni del egreso en los circuitos internos de TV del edificio. Ahora, imaginemos que a las 2 de la madrugada del domingo, sin ejercer violencia física sobre el cuerpo, sin que se oiga ningún grito, después de conseguir que el fiscal se tome una dosis de “ketamina” (una droga), los autores, trasladan al fiscal al baño y consiguen que se dispare, con tanta pulcritud, que no quedan rastros de ADN de ninguno de los asesinos en el baño. Tienen tanta fortuna los criminales que consiguen, además, que el cuerpo caiga de tal modo que la cabeza del fiscal cierre la puerta del baño. Para obtener el mayor realismo no utilizan sus armas sino que emplean la pistola que le fue facilitada al fiscal el día anterior, es decir que constituye otro enigma saber cómo accedieron a esa información.

Acción macabra

Aparentemente, luego de cumplir con su macabra tarea, los asesinos abren la computadora del fiscal y se dedican, a las 7 de la mañana, a recorrer las páginas de La Nación, Clarín y Página 12. Finalmente, dado el interés por el esoterismo de estos criminales, visitan otra página que habla del regreso desde la muerte. Y recién abandonan la escena del crimen.

A continuación, como corresponde a todo buen lector de novelas policiales, cabe formularse la clásica pregunta: ¿cui bono?, es decir, ¿a quién beneficia el crimen? El asunto está tan amortizado políticamente, que hasta la propia Cristina, en su reciente entrevista, no ha tenido reparo en adherir a la tesis del crimen. En ese mismo reportaje, la ex presidenta señala que después de lo acontecido con Eduardo Duhalde, ella y su marido decidieron no reprimir los cortes de ruta para no cargar con un muerto. De modo que parece poco razonable pensar que desde el gobierno de CFK hubiera partido una orden que iba a incendiar la pradera política.

¿Beneficiaba el crimen a Diego Lagomarsino? El informático venía recibiendo un sueldo importante de la fiscalía especial que dirigía Nisman y es difícil creer que alguien decida matar a la gallina de los huevos de oro, sin contar con un motivo consistente. Por otra parte, parece obvio que cuando estuvo en la casa de Nisman el sábado por la tarde no pudo haberlo matado, puesto que el fiscal habló por teléfono con una secretaria luego de la partida del informático. En cualquier caso sería absurdo pensar que Lagomarsino colaboró en fraguar una complicada escena de suicidio, ofreciendo la pistola que el día anterior le había prestado al fiscal quedar eternamente pegado a la causa. Si los autores fueron terroristas iraníes -como sugirió Elisa Carrió- llama la atención el tiempo y la tranquilidad con que se tomaron la labor. En vez de utilizar las armas que se supone portaban -es difícil imaginar terroristas desarmados- y concluir rápidamente con su misión, buscan, encuentran y usan la vieja pistola prestada por Lagomarsino al fiscal para simular un suicidio.

Como es sabido en las investigaciones policiales, al primero a quien se cita a declarar es a aquella persona marcada como partícipe o autor por la propia víctima. Si seguimos esa lógica, debería ser investigado el juez Claudio Bonadío, dado que fue acusado por Nisman de planificar su muerte.

En definitiva, y a modo de conclusión, la tarea de encontrarle un asesino al crimen de Nisman se presenta tan ardua y complicada, que cabe pronosticar que este permanecerá eternamente abierto y sin resolver. Mientras nadie lo aclare, algunos seguirán pensando que nunca será posible encontrar al asesino de un suicida. (DyN)

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