El aborto en Salta tiene socorristas

Se las conoce como "las bomberas" de Socorro Rosa. Informan y acompañan a quien piensa interrumpir su embarazo con pastillas.

17 Oct 2017
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Ellas son estudiantes, profesionales, docentes, doulas, diseñadoras, hijas, madres, amigas, feministas. Son “las bomberas” de Socorro Rosa Salta, que cuando suena el “teléfono rosa” están para escuchar, informar y acompañar a quien piensa interrumpir su embarazo con pastillas.

Con pelucas fucsias y pañuelos verdes en sus cuellos, las socorristas son reconocidas en las manifestaciones feministas; pero no por su visible look, sino por su grito de reclamo: derecho al aborto legal, seguro, gratuito y respetuoso.

Su causa no solo se expresa en las calles o en los espacios públicos, también llega a aquellos que, en un ámbito más privado, necesitan información y compañía en una toma de decisión. Abortar.

En Salta, como en el país y en la región, interrumpir de manera voluntaria un embarazo sigue siendo un tabú, un secreto y un delito en ciertos casos. Pero esto no significa que no exista, que no se practique y que no se necesite hablar. De hecho, el tema puja cada vez más por un debate público y político, según lo notaron las mismas integrantes de este grupo feminista.

Por esto, -y hasta tanto se logre su objetivo principal- las bomberas socorren a quienes piensan abortar, brindando información sobre el uso de pastillas (misoprostol) y acompañando en la interrupción del embarazo.


“En primer lugar las mujeres llaman al teléfono rosa, al número de difusión que tenemos tanto en la página, en las tarjetas o folleterías que repartimos; y hablan con alguna de las compañeras”, explica Mercedes Martínez, una de las doce integrantes de Socorro Rosa de Salta. Según detalló, luego de esa primera comunicación en la que la mujer cuenta su situación, se organiza un encuentro personal en donde recibe “información sobre un aborto seguro con pastillas”.

No obstante, “no damos por sentado que una persona que llega al Socorro está completamente decidida a realizarse el aborto, eso sería un error, entonces es necesario indagar sobre la situación; y en esto los encuentros grupales ayuda mucho”, aclara Bibiana Marton, otra de las socorristas que recibió a LA GACETA en uno de los lugares de reunión del grupo.

Tomada la decisión, las bomberas acompañan vía telefónica a la persona que está en el proceso de aborto. “Pero siempre antes conocemos a las mujeres y sus realidades, conociéndonos los rostros. Ellas tienen un espacio que no lo hubieran encontrado en otro lugar y así lo expresan”, dice Mercedes.

El grupo -o grupa como suelen llamarse- en Salta se conformó hace dos años y medio, y forma parte de una red nacional e internacional que realiza acompañamientos con información que provee la Organización Mundial de la Salud (OMS), según lo indica el sitio de la organización.

De acuerdo a los datos brindados en el último panel debate por el día de la lucha por la despenalización del aborto, realizado en la Universidad Nacional de Salta, entre enero y agosto de este año las socorristas de la provincia acompañaron a 112 mujeres, es decir, a una cada dos días, aproximadamente. Además, informaron que el 75% de las personas acompañadas es creyente de la religión católica, el 54% no tiene obra social y el 47% tiene al menos un hijo.


“La esencia de los acompañamientos es principalmente construir vínculos con las mujeres desde la sororidad, también desclandestinizar de alguna manera esos abortos y poder hablar de eso que muchas veces no tiene un espacio por fuera; y poder en ese encuentro construir feminismo, es decir que las mujeres nos acompañamos, nos sostenemos entre nosotras y no nos juzgamos”, asegura Verónica Bisdorff. Además de "bombera", ella trabaja en la salud pública, donde se encontró, por un lado, con trabajadores que acompañan esta causa y, por otro, en “un espacio de militancia donde se trata de fortalecer a profesionales o agentes de salud pública, que vayan sintiéndose acompañados por nosotras”, dice.

Igualmente, reconoce: “tenemos que confrontar más contra los prejuicios y esas frases armadas sobre la vida o la no vida”.

“Nosotras apostamos por las vidas de las mujeres. No creemos que no seamos provida, somos provida de esas mujeres. El aborto es parte de una realidad, existe y tendría que ser parte de la salud pública. Y a veces nos enfurece que la salud pública no se haga cargo de las ILEs, de las interrupciones legales, pelamos por eso, y es parte de nuestro acompañamiento”, agrega.

Es que desde la agrupación también conocieron chicas que, teniendo causales que determinan la interrupción del embarazo, se encontraron con barreras para acceder a un aborto seguro. Ante estas situaciones, colaboran en la resolución del caso, mediante comunicación con dependencias de la Provincia. Si bien reconocen tener un vínculo con el Estado, consideran que aún “no es tan aceitado en un ida y vuelta”.

En este punto, cabe recordar que Amnistía internacional pidió al Gobierno de Salta que garantice el acceso al aborto no punible, derogue el Decreto 1170/12 y deje sin efecto la “Guía de procedimiento para la asistencia integral de toda víctima de violencia sexual”, entendida como una barrera arbitraria y discriminatoria según esta organización.

En lo personal

Aunque estiman que su lucha lleve mucho tiempo más, ven con satisfacción que el tema esté cada vez más visibilizado. Así lo manifiesta Gloria Guantay, quien participa desde el inicio del grupo, y se siente orgullosa de ser parte. “Creo que hasta mis alumnos saben que soy socorrista y la gente de la educación también lo sabe y me preguntan; es como que soy referente en el tema”, dice Gloria, docente de secundaria.

Como ella, cada una de las bomberas se siente identificada con este grupo y su causa. Si bien, algunas hicieron frente a los miedos y desconocimientos de sus familias y amigos, lograron que sus propias redes afectivas las acompañen en esta labor.

“Yo tengo hijos jóvenes y a mí me da mucho gusto de poder compartir mi actividad con ellos”, cuenta Bibiana. Aunque recuerda que la primera reacción de ellos fue decir: “Mamá, pero eso es ilegal, ¿no es peligroso?, ¿no las van a meter presa?”.

Pero ella considera que fue un temor entendible. Así como los vivió Carla Fiqueni: “en mi caso fueron mis papás que se asustaron, yo estaba entre que les decía o no les decía. A penas ingresé a Socorro, a los dos meses tuve el teléfono en casa y me pasó que sonaba el teléfono y sentí esa obligatoriedad y ansiedad de atender. Era evidente que salía a atender el teléfono en la puerta, entonces me senté y les conté”.

“Pero hija es ilegal”, recuerda que le dijo su mamá, quien, más allá de esa primera respuesta, comprende y acompaña a Carla. “En casa lo aceptan y lo hablo abiertamente. Sí, por otro lado, con otros amigos más conservadores tengo debates… he llegado a cortar relaciones con personas, no por este tema puntual, pero sí por machismo”, agrega.


Agustina Vargas tuvo dos respuestas diferentes de sus padres. Ella es estudiante de medicina y desde este lugar fue “derribando mitos”, cuenta. “En mi familia me dijeron ‘que bien por vos’; creo que mi papá está orgulloso, se lo cuenta a todos. Mi mamá lo llama el grupo de ayuda, ella es super católica y está amigándose con la idea y por eso prefiere decirle grupo de ayuda”, relata Agustina, que se unió a las bomberas hace pocos meses.

“Mi familia es todo lo contrario a mí, yo tengo padre militar. Pero milito en esto desde los 16 años, así que está re asumido, no hay discusión en medio”, dice Belén Martínez, quien halló en el entorno feminista a sus amigos.

“Es como salir del closet”, acota Verónica, y entre risas de las compañeras, explica: “hay un closet socorrista, así como hay muchos prejuicios sobre los putos y las tortas hasta que conocen uno y se dan cuenta que es una persona igual, en esto también es así. Hay muchos prejuicios e ideas sobre el aborto y cuando conocen a una socorrista se dan cuenta que es docente, es comunicadora, es doula, es diseñadora, es estudiante de medicina y acompaña abortos”.

Por último, Mercedes, que también milita desde los 16 años como feminista, cuenta cómo entendió su familia su labor socorrista. “Mis papás son personas muy grandes, para ellos siempre estoy metida en algún quilombo, solo que voy cambiando la causa. Pero en el medio de construir la afectividad de esos lazos con los padres, mi mamá, sin compartir y sin entender, me ayuda a pintar una remera para mi hijo, lo que para mí representa un montón de cosas desde mi subjetividad, ya que ella está pintando una remera que dice ‘Ni facho, ni macho’, sin ningún prejuicio más que ayudarme”, describe.

No obstante, observa de esta manera cómo la desinformación también atraviesa a los afectos, tal como sucede en gran parte de la sociedad. 


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