Encuentros y desencuentros en un pueblo

26 Nov 2017
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LA PINCELADA. Suárez traza personajes incapacitados para decidir sus vidas. otrolunes.com

NOVELA

LA RENGUERA DEL PERRO

PATRICIA SUÁREZ

(Galerna - Buenos Aires) 

Un escritor, un criador de perros y una mujer ansiosa por la lectura son los personajes que componen la novela. ¿Qué puede unir a estas individualidades tan dispares? Es el planteo que cuestiona la novela de manera rápida, ingeniosa, con graduado humor.

El argumento se resume en encuentros y desencuentros casuales de los personajes en el devenir cotidiano propio del pueblo, San Antón, donde las particularidades individuales parecen adquirir relevancia para dar cuenta de la variabilidad humana. El escritor y crítico no es un hombre de relieve literario, sin embargo es quien, a través de la escritura, se vincula con Ana a quien sólo le interesan los libros.

José Wasserman tiene como preocupación las diferentes razas caninas y no posee interés ni capacidad para integrarse socialmente. Su proyecto es tener una loba y cuando cree haberla alcanzado siente una especie de enamoramiento aunque fue engañado en cuanto a su procedencia. No podemos reconocer en él gestos de amor o ternura como tampoco en Ana, su mujer lectora, quien queda definitivamente renga cuando advierte la importancia de enviar sus producciones al crítico. Este último resulta ser el más urbano y capacitado, pero resulta engañado y en lugar de recibir a una joven francesa, poeta, llega a su casa una mujer de Senegal, Tricia Mamadou a la que no esperaba y con quien convive luego sin proponérselo.

Los personajes que desarrolla Suárez están incapacitados para decidir sus propias vidas, cada uno transita sin poder cumplir su propósito, sólo la africana, quien se propuso salir de su país, de la compañía de sus hijos, de su suegra, logra realizar un cambio favorable en una nueva geografía.

La habilidad narrativa de Patricia Suárez hace de La renguera del perro una novela amena, de rápida lectura que nos conduce con un particular humor por las diferentes vicisitudes que atraviesan los habitantes de San Antón.

© LA GACETA

Ana María Mopty

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