Un salteño desafió a todo diagnóstico y llegó a lo más alto de África y América

Carlos Alberto Curi no se considera montañista, pero en poco tiempo hizo cumbre en el Aconcagua y el Kilimanjaro después de superar un cáncer y una necrosis que lo tuvo prácticamente postrado dos años.

18 Feb 2018
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Kilimanjaro. Foto de Alberto Curi

Con lo puesto, literalmente, logró su último gran desafío: el Kilimanjaro. Con las banderas de Salta y Argentina, y su campaña de donar médula ósea, Carlos Alberto Curi logró la cumbre más alta de África, mientras su equipaje quedó perdido en algún vuelo y él dejaba atrás los diagnósticos que lo tuvieron de médico en médico y prácticamente postrado por dos años.

De vuelta en Salta, Curi recuerda su última travesía y cuenta cómo desafió a todo pronóstico que lo puso en situaciones límites y en las que tuvo miedo a la muerte.

“Yo vengo de un mundo absolutamente ajeno al montañismo. No tenía amigos montañistas, ni familiares, ni conocidos montañistas. Aparte sufro de vértigo, es algo que no puedo dominar. Tengo miedo a las alturas”, advierte este salteño por adopción, nacido en Santiago del Estero pero radicado en Salta desde pequeño junto a toda su familia.


Pese a no considerarse un montañista, Curi conquistó montañas emblemáticas. Se desafió a él mismo y, hace poco más de un año, logró hacer cumbre en el Aconcagua, la cima más alta de América, con una altura de 6960 metros sobre el nivel del mar y ubicada en la provincia de Mendoza. En lo alto de la montaña, en enero de 2017, desplegó por primera vez su bandera que promueve la donación de médula ósea.

Un año después, el pasado 11 de enero, a las 8.30, cumplió una nueva proeza e hizo realidad otro sueño: logró el pico del Kilimanjaro, que con 5891,8 metros de altura es el más elevado de África, en el noreste de Tanzania.


De esta manera, Curi alcanzó aquello que, tiempo atrás, era impensado. Dedicado cien por ciento a su trabajo y a sus emprendimientos, no imaginaba una vida ligada al montañismo, menos sabiendo que le temía a las alturas.

Pero la aparición de una mancha en su piel y todo lo que después se desencadenó en su vida, dieron un giro inesperado a sus aflicciones y sus proyectos. Hace un poco más de tres años le diagnosticaron cáncer e inmediatamente después una necrosis afectó sus piernas. Fueron dos años de visitar médicos, realizar tratamientos y vivir en la incertidumbre. “Se me había derrumbado el universo, lloraba todos los meses, no me quería morir”, recuerda. 

“Yo tenía una mancha roja y un día se puso azul intenso, casi negro, se hizo sobre relieve y había crecido el tamaño. Me pareció raro”, cuenta.

Tras consultar con una dermatóloga vecina, inmediatamente después se intervino el melanoma. “Tuve suerte porque lo agarramos en la etapa inicial. Entonces con dos operaciones sencillas lo eliminamos. El tema fue que, al mes y medio del cáncer, se me han empezado a morir los huesos”, advierte.

Si bien los médicos le dijeron que la necrosis que afectó sus piernas no tenía relación con el cáncer, Curi y su familia aún no encuentran explicación de lo que sucedió. “El cáncer yo lo tuve en esa rodilla derecha donde empezó la primer necrosis. Se me murió la rodilla derecha. Dejó de llegar sangre, pero nunca pudimos llegar a las causas”, apunta.


La necrosis es la degeneración de un tejido por la muerte de sus células, según su definición técnica. Eso fue lo que afectó algunos huesos de Curi: “me pasó primero en la rodilla de la pierna derecha, después en tres huesitos del pie derecho, luego pasó a la rodilla izquierda y a ocho huesitos del pie izquierdo. Todo en dos años. Por eso no podía caminar. Sentía mucho dolor”.

Después de esos dos años de tratamientos, aparatos ortopédicos, muletas y silla de ruedas, Curi buscó desafiarse y, así, con siete meses de entrenamientos luego de estar prácticamente postrado, fue hacia el Aconcagua, “casi sin músculos y con las articulaciones y los tendones entumecidos”. Un año después, el mes pasado, logró el Kilimanjaro. Y la próxima conquista será otro pico emblemático de Rusia, en el que buscará una vez más vencer los miedos, el frío intenso de las alturas y el vértigo, con las banderas de su lugar en el mundo y de una campaña que alienta a la vida.

Mientras, alejado del ritmo estresante que llevaba y viviendo “sin tanto apuro”, como él mismo dice, Curi disfruta “intensamente” de los encuentros con los amigos y la familia, para quienes la hazaña de Alberto “es un milagro”.

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