Relatos del creador de Sandman

Parodia, intertextualidad, humor negro, vueltas de tuerca y originalidad

18 Feb 2018
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REINTERPRETACIÓN. Mitos y personajes clásicos, en otra mirada. ign

COMPILACIÓN

HUMO Y ESPEJOS

NEIL GAIMAN

(Salamandra - Barcelona)

Humo y espejos de Neil Gaiman (1960) es una compilación de 32 relatos (varios de ellos escritos en verso) y fue publicado en inglés en 1998, cuando el autor ya era famoso por su serie de cómic Sandman, una suerte de reinterpretación de mitos y personajes clásicos que oscilan entre las historias de terror y las fantásticas. Por eso no es casual que el primer gran cuento del volumen, “El regalo de boda” (escondido en medio del prólogo), dialogue directamente con The Picture of Dorian Gray (1890) de Oscar Wilde. Es más, por momentos, incluso parece superarlo. (¡Oh, herejía!) No en el plano filosófico, claro, sino más bien en la utilización del procedimiento que lo hizo famoso.

El libro, a pesar de sus múltiples méritos, entre los que se encuentran una interesante versión de Blancanieves para adultos y el humor perdurable (a veces negro) que contamina varias historias, es un poco irregular. Sin embargo, hay otro relato que se destaca de los 30 restantes, se llama “El estanque de los peces de colores y otros cuentos” y, junto a una leve parodia al mundillo de los poco creativos funcionarios hollywoodenses, que quieren llevar a la pantalla un pésimo guión titulado “Los hijos de Charles Manson”, es una gran metáfora sobre el paso del tiempo y la potencia a veces triste, a veces nefasta, del olvido. Allí, también, está el personaje más entrañable del libro, un anciano negro llamado Pío Dundas, una especie de Tiresías que parece haberlo visto todo.

El registro genérico que prevalece en el libro es el fantástico, así que hay que agradecer la falta de militancia en el color local a la que quieren acostumbrarnos los autores realistas. Por último, también hay que agradecerle a Gaiman que no se proponga hacer diferencias marquetineras entre el público infantil y el adulto, ya que como sabe todo entendido en literatura, el verdadero destinatario de un texto no es ningún público, sino siempre el esquivo, el solitario y todopoderoso lector.

(c) LA GACETA

Marcelo Damiani

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