LA GACETA Literaria

El imperio que conquistó al Colón

Las funciones de La guerra de las galaxias, con música en vivo de la Orquesta Estable del Teatro Colón, constituyeron un hecho cultural de extraordinaria calidad –uno de los últimos antes de la cuarentena en la Argentina- que unió a distintas generaciones.
26 Abr 2020
Espacio publicitario
Espacio publicitario

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Soy de la primera generación Star Wars. Nunca pensé que habría una segunda ni mucho menos que la herencia continuaría. Por lo tanto, jamás imaginé que una tarde de febrero de 2020 iría al Teatro Colón con mi hija de seis años a escuchar a la Orquesta Estable del Teatro Colón ejecutando la música más maravillosa de mi infancia. O sea, la música de John Williams (ganador del Oscar y creador de joyas musicales como las de Superman, Harry Potter, E.T., Tiburón e Indiana Jones). Mientras, detrás de los músicos se veía la película original, estrenada en 1977, aunque en este caso se expuso una versión digitalizada en 1997.

Llevar Star Wars al mismísimo Colón es una clara apertura de un reducto tradicionalmente elitista hacia lo popular. Aún en pleno siglo XXI llama la atención ver a Darth Vader y sus soldados imperiales recorrer los pasillos, amedrentar a los espectadores y encontrar a otros personajes frente a las escaleras de la mítica sala. Star Wars - Una nueva esperanza - En concierto fue un coproducción entre Walt Disney Company Argentina y el Teatro Colón y constó de seis funciones a sala llena entre el 27, 28 y 29 de febrero.

La organización no pudo ser mejor. El público de todas las edades fue recibido en cada función por los personajes. Mi hija Malena se dio el gusto de subir las escaleras y mirar de cerca a dos jedis que interpretaban momentos de las canciones. Antes se había sacado fotos con una veterana princesa Leia y una joven Rey, personajes femeninos que tomaron un protagonismo impensado en los 70, cuando con mis amigos moríamos por parecernos a Han Solo o Luke Skywalker. En otro momento me abracé a Greedo; y Male se dejó abrazar por Bobba Fett. Todo sea por una foto. “No puedo creer lo que veo”, exageraba mi hija ante cada nueva sorpresa.

Pero nada se comparó con ese instante en el que, ya en la sala, se apagaron las luces y en medio de la oscuridad sólo se escuchaba la icónica respiración de Darth Vader. ¡El Colón respiraba! Fueron segundos de eterna expectativa. Cuando volvió la luz vimos a Vader en medio del pasillo, alto, negro, brillante. Ahí estaba el malo más malo del cine. Los ojos de Malena eran los ojos del asombro. No tuvimos tiempo de reaccionar cuando aparecieron los Stormtroopers que con sus armas amenazaban al público. En el escenario, los mismos soldados imperiales trasladaban a un prisionero que parecía un jedi y que resultó ser Thiago Tiberio, el joven y experimentado director musical que se metió al público en el bolsillo con semejante sorpresa.

En una galaxia muy, muy lejana

La función se inició con la interpretación de la clásica música de 20th Century Fox y un segundo de eterno silencio hasta que la orquesta interpretó la conocida música de La guerra de las galaxias.

En la pantalla se leía “Hace mucho tiempo… en una galaxia muy, muy lejana”. Siguieron casi tres horas de película (con intervalo) con la banda tocando en vivo cada una de las piezas musicales del film.

El sonido del Colón más las imágenes de Star Wars provocaron un combo de sensaciones para los admiradores de la historia concebida por George Lucas. Una combinación letal: no era una función más de la película; era una función en uno de los mejores escenarios del mundo.

La música de la escena final, aquella en la que Han y Luke reciben una medalla de manos de la princesa, pareció más hermosa que siempre.

En mi caso, recordé cuando a mis nueve años vi la película por primera vez en el Gran Rex, en la avenida Corrientes del centro de Buenos Aires. Fuimos con mi mamá y mi hermana, que al día de hoy me sigue diciendo que todo lo de Star Wars es un bodrio. Sin embargo, a mí ese cierre me pareció espectacular.

Cuando la orquesta terminó y los aplausos estallaron, Tiberio ofreció “una más”. Fue la súper conocida Marcha imperial, que no pudo terminar de dirigir porque Lord Vader ordenó su detención. Vader se adueñó del escenario, levantó su puño derecho y lo detuvo al mismo momento en que sonó la última nota.

Más aplausos, más ovaciones.

“Papá, ¿cuándo volvemos?”, me preguntó mi hija. Ojalá que pronto, le contesté.

© LA GACETA

Alejandro Duchini - Periodista.

Ver nota original
Ver nota original