Espectáculos Televisión

El Ojo Crítico: “Oscuro deseo”

Telenovela con sexo si; thriller erótico no.
22 Jul 2020
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REGULAR

SERIE / POR NETFLIX

Si Alberto Migré viviera estaría escribiendo para Netflix telenovelas como “Oscuro deseo” (y ganando muy buen dinero, de paso). Pero le tocó otra época, otra televisión. Migré se habría divertido a lo grande con las licencias temáticas y discursivas que proporciona una plataforma de streaming. Y lo hubiera hecho infinitamente mejor que Leticia López Margalli, showrunner del culebrón mexicano que el aparato publicitario vende como thriller erótico. “Oscuro deseo” es una telenovela con todas las letras (si es buena o mala se verá más adelante), a la que no le faltan escenas de un softcore lavadísimo. Muchas, al menos una por episodio. El problema es que a “Oscuro deseo” le sobra sexo, por lo general innecesario, y le falta erotismo.

Veremos muchas producciones de este tenor en el futuro inmediato de Netflix. Es lo que más paga en la plataforma y las pruebas están servidas: “Oscuro deseo” trepó al número uno del ranking -no sólo en Argentina-, como lo había hecho una película tan repudiable, desde todo punto de vista, como “365”. El falso porno soft estimula el encendido, al mismo nivel que las series/comedias para adolescentes. Hacía allí dirige Netflix una generosa parte de su inversión en producciones originales, lo que explica el bajísimo nivel de muchos de sus contenidos. Pero los que mandan son los algoritmos y a esa aguja la está moviendo un público cuyas exigencias, claramente, se remiten a “Oscuro deseo” y compañía.

Un elemento une a “Oscuro deseo” con, por ejemplo, “La corazonada” (el policial protagonizado por Luisana Lopilato): la falta de identidad. Al universalizarse, Netflix va borrando de sus registros todo rastro regional. Son historias que podrían desarrollarse en cualquier rincón del mundo y no cambiarían en absoluto. Netflix aplana las estéticas hasta clonarlas. No busquen México en “Oscuro deseo”, porque no van a encontrarlo. Al contrario, la puesta en escena y la pintura de los personajes se aferran a los tics del audiovisual estadounidense.

Son 18 capítulos, de media hora cada uno, en los que Alma (Maite Perroni) es objeto de deseo de tres hombres: Leonardo Solares, su marido (Jorge Poza), respetable juez al que le sobran esqueletos en el placard; Darío, su amante (Alejandro Speitzer), al que conoce en una fiesta, seguida de una noche de pasión: y Esteban, su cuñado (Erik Hayser), un tipo enigmático al que pronto le sacaremos la ficha. Brenda (María Fernanda Yepes) es la quinta en discordia del rompecabezas, aunque lo suyo irá develándose por medio de flashbacks porque aparece suicidada de arranque. Y también hay que anotar en el combo a Zoe (Regina Pavón), hija de Alma, que tendrá lo suyo con Darío.

Para adornar el culebrón asoma algún toque de suspenso, que involucra a la familia de Darío y necesariamente detonará el pasado de los hermanos Solares. Y también, para cumplir con las obligaciones de la época, la condición de abogada especializada en temas de género que exhibe Alma. El resto es puro artificio: la puesta en escena generosa en presupuesto, lo aséptico de los ambientes y la pobreza de las actuaciones. Con tanto sexo, “Oscuro deseo” carece de audacia e imaginación. Lo dicho: Migré se hubiera hecho una fiesta.

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