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La primavera Stranger Things, según Fabio Martínez

El escritor de Tartagal publicó un nuevo libro. Reseña y entrevista.
04 Sep 2020
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Por Mario Flores (*)

Si quisiéramos trazar una línea de tiempo en la literatura de Fabio Martínez, tendríamos que empezar por Los pibes suicidas, la novela imprescindible para entender la narrativa salteña del nuevo siglo. Si bien esa novela es el segundo libro publicado de Fabio Martínez (en 2013), el universo narrativo en el que está situada es incluso anterior a los cuentos de Despiértenme cuando sea de noche (2010), también publicado por Editorial Nudista. En ambos libros, las historias se configuran en un pasado nuclear y de alto voltaje en la primera persona del presente: todo es ritmo y ligereza, incluso la violencia y el descontrol. Más adelante, en los cuentos de Dioses del fuego, Martínez dejaba en claro las intenciones de narrar un mundo bidimensional, todavía en el realismo sucio en clave argentina, pero con dejos de una fantasía oscura de lo sobrenatural: pequeños elementos mágicos, o incluso de terror. Los cuentos de ese libro (premiado por la Secretaría de Cultura de Salta en 2015, y reeditado por Editorial Nudista en 2018) coqueteaban más con lo fantástico y lo juvenil. Si bien la gran mayoría de los personajes de la galaxia de Martínez son jóvenes loosers que viven el vértigo sin tapujos y se entregan a la incertidumbre cómodamente, los relatos que fue entregando a través del tiempo mostraban una curvatura temporal que llevaba cada vez más a una juventud de iniciación. Me acuerdo que cuando presentamos la novela corta El grupo antipop del Norte Argentino, publicada por Borde Perdido a fines de 2019, le pregunté a Fabio si era correcto leerla como un relato de iniciación (como El señor de las moscas de William Golding, o Cielos de Córdoba de Federico Falco). En esa novela, Tartagal no dejaba de ser un pueblo vapuleado por el fantasma de los 90 (algo que ya ha trabajado en libros anteriores), pero se saborea otro tipo de humanidad más luminosa y hasta divertida que va más allá del contexto espacial donde los personajes bailan y se golpean de lleno contra la realidad. Desde el punto de vista de la edad de los personajes, la factura de su relato y la forma en que reaparece la violencia y el desenfreno -esta vez más acotados- podemos decir que ese universo centrado en Tartagal va mutando el rostro hasta llegar a lo que nos encontramos hoy.

En el día de la primavera, el quinto libro de Fabio Martínez, es otra entrega de cuentos que tienen a la juventud como territorio de experimentación. Es el primer libro de Fabio publicado por una editorial independiente de Salta (los libros premiados, Dioses del fuego y más recientemente La asombrosa laguna del cielo, no los contamos ya que son publicados por el Fondo Editorial de la provincia), y creo que no es un dato menor: la mayoría de las notas críticas que se han publicado los últimos meses sobre los desafíos que enfrenta la industria editorial independiente en la Argentina de pandemia, tienen que ver con cómo seguir editando, cómo seguir publicando, cómo seguir leyendo literatura a través de un estado actual de lejanía y presentaciones virtuales. Kala Ediciones, ese sello multirubro que desde Cafayate ha entregado libros tan raros como hermosos, vuelve a apostar por publicar narrativa de más de cien páginas en una provincia que hace rato no lee algo similar. Los seis cuentos que integran En el día de la primavera (ya el título deja ver cuál es el espíritu que se mantiene a través de las 108 páginas del libro) son relatos veloces de una adolescencia atómica y peligrosa que de todos modos no cae en el efectismo. Sólo cuatro de los seis cuentos son “nuevos”. Hay dos que han sido tomados de libros anteriores: “El suplente” (de Despiértenme cuando sea de noche), ese cuento fácilmente amado por todos los profesores de Letras porque “visibiliza” la óptica de quien está al frente del pizarrón, y “El amigo de Franki Porta” (de Dioses del fuego), el cuento más largo y hermoso que se haya escrito sobre los trastornos mentales en la adolescencia, la amistad y la capacidad de avistar otros mundos. Aparece también el cuento “El pibe que amaba a Lisa Hayes”, que había sido estrenado anteriormente en la antología digital Tartagal en la palabra (publicado por la Secretaría de Cultura de Tartagal), donde se podía leer gratis como un avance de lo que vendría después; además de “La novia de Gokú”, un cuento que su autor venía compartiendo por fragmentos hacía tiempo y del cual se esperaba poder leer entero finalmente.

Los otros dos cuentos del libro podrían leerse como uno solo, aunque están separados; o como partes spin off de una misma raíz. “Cosas extrañas” es, sin duda, lo mejor del nuevo libro de cuentos de Fabio Martínez. Dedicado a sus hijos Juan y Osvaldo, el cuento fundamental de esta obra (y parafraseando a la serie de Netflix de los hermanos Duffer) navega por la oscuridad de una época de fase: el ingreso a la escuela secundaria, la expectativa de un mundo más grande que se revela como misterioso y, por supuesto, terrorífico. Unos personajes oscuros y medio indescriptibles que son como una patota que emerge de las tinieblas, pegan con las hebillas de los cintos enrollados en los puños y te aparecen justo cuando bajas la guardia. Más emparentado con el thriller y con lo fantástico, este cuento muestra una evolución en la juventud que Fabio Martínez está acostumbrado a narrar: todo lo divertido y las referencias chistosas de los libros anteriores, ahora son momentos incómodos donde se mira hacia las esquinas aguardando ver qué aparecerá.

“... pronto nos enteramos de que esos chicos eran de una patota y se decía que vivían en la calle, que eran pibes que dejaron sus casas y vivían en los vagones abandonados que estaban justo al frente de la estación de trenes. Otros, en cambio, aseguraban que ellos eran del barrio que quedaba más allá de la Loma y trabajaban para el Negro Bernal que los buscaba cada mañana, los llevaba al campo y los hacía juntar porotos de sol a sol y recién cuando anochecía los volvía a dejar en la ciudad, justo en la estación de trenes, por eso sólo se los veía de noche, transpirados y cubiertos de tierra”.

En el momento en que aparece la frase “la calle se volvió peligrosa para nosotros”, el cuento se transforma casi en una tentativa de novela más larga. El narrador de la historia y su hermano mayor Fede atraviesan la ciudad con la típica frescura despreocupada de la adolescencia ingenua, pero rápidamente el cuento los devora: “a partir de esa noche lo que estaba bien empezó a andar mal”. Esa temporada mutante que es madurar y empezar a abandonar la infancia, está bien ejemplificada en las noches de videojuegos, las salidas de papas fritas y saludos por la radio FM, cuando después el protagonista dice “la ciudad estaba cambiando, se ponía cada vez más rara como si una energía extraña se expandiera debajo de nuestros pies”. Cada personaje colabora a la mística del cuento añadiendo más leyendas urbanas, la trama principal tiene varias versiones, una más preocupante que la anterior, y crecer se vuelve sinónimo de peligro.

En la segunda parte del cuento, “Cosas Extrañas 2”, se deja de lado la primera persona del relato de iniciación para dar paso a un universo turbina dentro de todos los universos turbinas que se habían adelantado en el cuento anterior. Ahora esa patota de pibes de la calle son, literalmente, unos espectros que se multiplican y se genera una batalla entre los mundos: la vieja estación con los vagones abandonados como evidencia de la decadencia de un pueblo alguna vez esplendoroso, y lo sobrenatural que sale de la parte oscura de las vías. Lo social y lo sobrenatural. “Hasta un pastor aseguró que esos chicos eran enviados de Belcebú y que por eso la prosperidad no llegaba a la ciudad”. Esos pibes espectrales se cruzan a todos en la ciudad y entonces el cuento estalla en una tormenta final: los hombres despedidos por las crisis, la gendarmería, las lluvias torrenciales, la represión. En este relato ya no se encuentran personajes juveniles, en ese sentido rompe con el resto del libro, pero el nivel de terror y fantasía es tal que funciona como el verdadero -y más sincero- lado B de la literatura de Martínez, al menos hasta la fecha.

Cada uno de los cuentos tiene una ilustración firmada por Gian Caorlin (al igual que la portada), que funciona como título y cómo tapa de cómic o novela gráfica. Al igual que en el libro de Marco Caorlin, Recuerdos del final, el trazo de Gian Caorlin es prolijamente cinematográfico: el blanco y negro deja ver las expresiones finas de los personajes, sus expresiones limpias de odio y temor. Pero esta vez, los dibujos son literalmente tapas, portadas: el juego con los códigos de barras, las tipografías de revistas al estilo de Amazing Tales, logra incluso revitalizar los cuentos reeditados. La cuidadosa edición de Nicolás Ruíz al frente de Kala Ediciones esta vez ha dejado, escuchen esto, CASI NINGÚN error tipográfico o de tipeo en el libro, excepto unos cuatro o cinco tecnicismos en la escritura de los cuentos, lo cual es un avance grandísimo ya que los libros publicados anteriormente presentaban fallas en este aspecto. El colofón del libro reza “este libro fue impreso en el año de la gran pandemia”, como un recordatorio de que se sigue haciendo a pesar de. Y vaya si valió la pena.

¿Cómo se dio la idea de pensar un libro dirigido a adolescentes? ¿En qué se diferencia la ficción de este libro con la ficción de tus libros anteriores?

Hace tiempo me viene rondando la idea de escribir libros para adolescentes. Ya El grupo antipop me parece que tenía una dirección hacia ese público. Y también tiene que ver con que yo trabajo de profesor y estoy (o estaba) en constante intercambio y relación con alumnos de esa edad, y me parece muy interesante. Por otro lado, para mí la adolescencia fue una etapa donde la pasé muy bien. Todas esas cosas me hicieron tratar de escribir para ellos. Me parece cierto que hay una diferencia con los otros libros: me cuidé un poco con el tema de la violencia y también con la sexualidad desenfrenada. Tuve en cuenta esos aspectos con la idea de que este libro se pueda, tal vez, leer en las escuelas y los colegios, y que lxs profes no tengan ningún problema después con sus directivos.

La selección de los cuentos incluye dos relatos de libros anteriores, ¿cómo es releer ciertos textos a través del tiempo y qué hace que se mantengan actuales?

 

Me parece que releer y reeditar ciertos textos siempre está bueno porque te permite, de alguna u otra manera, hacer ciertos cambios. Y también porque un poco la idea era llegar a personas que no habían leído estos textos de otra forma. A mí me parece que con la literatura y los libros uno no gana plata, y después cuando uno se pone a pensar, me di cuenta de que tampoco lo hace por eso: no escribimos para ganar plata. Escribimos porque no podemos dejar de hacerlo. Y partiendo de eso, la idea era llegar a más personas… Si no vamos a ganar plata, por lo menos pretender que nos lean más personas. Fue por eso que buscamos reeditar algunos textos, para que lleguen a personas que tal vez antes no habían llegado. Y el tema de que se mantengan actuales, creo que no soy yo quien lo decide: por un lado creo que lo harán los lectores, y tal vez no los de hoy sino los de mañana.

Los dibujos de Gian Caorlin ayudan a leer el libro en clave de cómic o novela gráfica ¿cómo surgió la propuesta de añadir ilustraciones?

 

La idea en un primer momento fue sacar este libro (y salió) con una editorial que se llama Color Ciego, de San Juan, una editorial pequeña que hace libros cartoneros, un poco para ampliar el público de lectores y llegar a una provincia a la cual nunca había llegado. Después, el año pasado estuve con Nico Ruíz de Kala Ediciones en la Salta Expo Libros y pegamos muy buena onda, y surgió la idea de sacar con ellos el mismo libro. A mí me parece muy interesante lo que Kala Ediciones hace, sobre todo en el trabajo de ferias, que hoy lamentablemente por la pandemia no se puede llevar a cabo pero es muy genial: ir de feria en feria, vendiendo cada libro como si fueran artesanos que venden sus artesanías. El tema de las ilustraciones fue todo idea de Nico y de Gian Caorlin, de sumar un dibujo por cada cuento y sobre todo darle esa estética. Toda esa estética es gracias al editor: me parece que está re bueno que se lea en clave cómic. Yo estoy muy agradecido porque siempre busco eso en un editor: que de alguna manera potencie tu libro.

¿Crees que En el día de la primavera, como El Grupo Antipop, son relatos de iniciación? ¿Cómo te sentís narrando un mundo juvenil que está en cambio constante?

 

Estamos de acuerdo en que son relatos de iniciación, totalmente. Recurro mucho a esa temática, me siento cómodo hablando un poco de ella. Y es cierto que el mundo juvenil es un mundo cambiante, y que sobre todo en los últimos tiempos ha tenido cambios notorios y muchas veces para bien. Tal vez me ayuda mucho mi oficio de profesor y el estar día a día en contacto con lxs alumnxs. Pero ojo: también creo que como hay un montón de pibes y pibas que son súper hermosos y deconstruidos, todavía hay otro sector que son o piensan como pensábamos nosotros, es decir, como hijos del patriarcado.

El cuento “Cosas Extrañas” (1 y 2) vuelve a cruzarse con la ciencia ficción y el thriller ¿cómo fue el proceso de escritura de estos cuentos?

 

Ese cuento tuvo dos momentos: era el inicio de una novela (que la tengo escrita y guardada, algún día alguien se dignará en publicarla); y cuando estaba corrigiendo, sobre todo la primera parte, en un momento pensé que se podía ir hacia lo fantástico. Cuando estos pibes lo rodean al narrador se me ocurrió eso. Incluso de ahí surgió la primera versión, “Cosas extrañas 1”. Y la parte 2 la trabajé de la siguiente manera: con esta idea de sentarme y empezar a escribir y fluir, sin pensar demasiado. Fue un poco lo que hice también con El Grupo Antipop: me senté frente a la computadora y empecé a escribir. Y, sabés, el otro día cuando releía “Cosas Extrañas 2” ¡hay momentos que no me acuerdo! Está bueno que así sea, aunque sea medio increíble, la literatura tiene un poco de magia.

Sobre la edición en este 2020: ¿cómo crees que tu libro encaja en Kala Ediciones? De alguna manera es la primera vez que publicas algo en un sello de Salta.

 

La verdad es que hace mucho yo quería publicar algo en Salta, en el norte, o en Jujuy. Es más, en un tiempo había hablado con Pablo Espinoza (de Almadegoma Ediciones), pero él solo publica poesía. Tenía ganas de publicar con alguna editorial de allá. También tengo mucho material para ser publicado, eso es otra cosa. Cuando conocí a Nico Ruiz en profundidad me pareció una persona muy honesta y me cerró, sobre todo, el laburo que ellos hacen como editorial independiente. Eso me convenció. Estoy contento de ser parte del catálogo de Kala Ediciones y con la esperanza de que el año que viene, cuando todo esto pase y vuelvan las ferias (si es que vuelven, ojalá que sí), mi libro pueda viajar con Kala a todas las ferias a las que ellos iban. Ojalá se dé.

También salió la noticia de que ganaste el Concurso Literario Provincial de Salta 2020 en categoría Infantil y Juvenil con un libro titulado La asombrosa laguna del cielo. Es la segunda vez que ganas este certamen, en un género diferente, ¿cómo crees que el libro sea recibido en Salta dentro de ese estilo?

 

No sé cómo será recibido el libro en Salta, con este cambio de estilo. Ojalá que lo reciban bien, porque a pesar de que hay un cambio en el público al cual está destinado, según los parámetros de la industria editorial, yo soy de la idea de que la literatura es universal, es una sola. Por eso mismo no me parece que haya grupos de escritores por ‘rubros’. Si uno se pone a pensar en la gran escritora argentina de infanto juvenil, María Teresa Andruetto, ella también es una gran escritora para adultos. También hay autores que a mí me gustan mucho, como Roald Dahl, que es un autor que para mí no tiene un público determinado, lo puede disfrutar un chico y un adulto también. Espero que a la gente que me lee le guste este cambio y, como siempre, lo que escribí lo hice con la mayor honestidad posible.

Tres libros que nos recomiendes (si están en digital, mejor).

 

200 canguros, de Diego Muzzio (Editorial Entropía, 2019).

Antártida, de Claire Keegan (Eterna Cadencia, 2008).

Homero, Ilíada, de Alessandro Barico (Anagrama, 2004).

(*) Mario Flores (Tartagal, 1990). Escritor y DJ. Autor de Hikaru (Nudista, 2018) y Necrópolis (Fondo Editorial de Salta, 2019).

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