La última cena, esa después de la cual llega el calvario, la muerte, y también la redención, es el símbolo que eligió Marcos Carnevale para ubicar a los personajes de “El espejo de los otros”, su nueva película, que estrena el próxmo 3 de septiembre y tiene en primera fila protagónica a un seleccionado mundialista: Norma Aleandro, Graciela Borges, Pepe Cibrián, Alfredo Casero, Oscar Martínez, Favio Posca, Leticia Brédice, Julieta Díaz, Marilina Ross, Luisina Brando, Mauricio Dayub, Luis Machín y Carola Reyna, entre otros. Sí, porque hay más: María Socas, Ana Fontán, Natalia Cociuffo, Gipsy Bonafina y Javier de Nevares. "Cuando ves el poster te abruma, es tremendo, parece el Martín Fierro", dice el director, y reconoce que uno de los atractivos de su última obra está en el peso de su marquesina.
La historia, sin embargo es el plato más fuerte del banquete actoral que se da el gusto de dirigir Carnevale, además de conseguir para la historia del cine nacional una secuencia de colección, con Aleandro y Ross fundidas en un beso apasionado. La sinopsis es tentadora: un restorán excéntrico, instalado en las ruinas de una catedral sin techo en el corazón roto de Buenos Aires, atiende cada noche una única mesa para unos pocos elegidos. Allí se consumará la última cena de sus comensales. Una pareja de hermanos, Iris (Borges) y Benito (Cibrián), atienden Cenáculo y el hijo de ella cocina los platos exquisitos, mientras un pianista y una cantante reconsideran funciones para el antiguo altar, los mejores vinos del mundo llenan las copas y los penitentes se reparten el tiempo del filme.
"Son cuatro últimas cenas, una es una especie de tragedia Shakespeareana, con una traición entre hermanos por una cuestión de dinero. Otra es una historia de amor de una pareja que hace años que no se ve. La otra es una reunión de un matrimonio que se está acabando y están tratando de revivir la pasión y la última es la despedida de una pareja de dos mujeres, una de ellas se está muriendo y tienen su última cena ahí", resume Carnevale.
En el medio, tejiéndolas, los hermanos que, además de un secreto que se revelará sobre el final, tienen el goce puesto en espiar a sus clientes mediante un complejo sistema de cámaras y micrófonos mediante los cuales siguen las conversaciones y situaciones de muy cerca. "Son voyeurs, son como la mirada de Dios... Su placer es ver la humanidad como si fuera Dios observando lo que ocurre con nosotros. Es el placer oculto que ellos tienen", apunta.
-¿Te acordás cuál fue el momento en el que encontraste la idea, la punta para contar esta historia?
-Estaba en Punta Cana, durmiendo, en un momento de no querer pensar, ni ver películas, ni leer nada. Venía de un tiempo de filmar mucho mucho, y nada más quería tomar sol y comer. A los siete días de estar ahí, me despierto una mañana, y en ese momento entre el sueño y la vigilia, me vino la imagen de unas iglesias que hay en la antigua Guatemala, donde había ido hacía muchos años, y que no tienen techo porque un volcán que está cerca hizo que colapsaron y ahora se siguen oficiando misas con el cielo abierto. Después se me vino la imagen de la Última cena y pensé en un restorán, y ahí me puse a trabajar y así nació.
-¿Cómo conseguiste que todos estos actores aceptaran ser parte del proyecto?
-Lo que pasa es que hace años que estoy trabajando con ellos, la mayoría ya son medio amigos. Eso permitió que a esta altura, a los 50 años, me pueda dar el gusto de dirigirlos. Mientras escribía pensaba que quería trabajar con Norma Aleandro, con Luisina Brando, y las iba llamando y todos me iban diciendo que sí. Tener esa facilidad fue maravilloso.
-¿Podrías encuadrarla en un género?
-Hay fantasía, hay de todo, tiene drama, emoción, suspenso, comedia. Un poco lo que hago yo. En mis películas muestro la vida misma, no hago nunca un género solo. Siempre meto la emoción con la comicidad, el drama. No puedo autodefinirme, no soy un director de cámaras, soy más un director de actores, me interesan mucho los personajes y rodearlos de belleza. Siempre me ocupo de que la película tenga una estética pensada, cuidada, sobre todo pensando que es una película que tiene un escenario completamente digital. Los actores trabajaron en un estudio con un fondo verde. Alrededor de ellos construí una catedral. Está todo muy pensado, diseñado, trabajado. Al mismo tiempo no quiero hacer un cine alejado, me interesa mucho que la gente en mis películas se tope con un espejo donde reflejarse y ver que eso que le pasa a Norma Aleandro le pasa a ellos o a alguien cercano. Quiero que sea un mundo donde se reconozcan, que no sea completamente ajeno.
-¿De qué manera trabajaste la dirección para conciliar el trabajo de tantos actores tan distintos?
-Es difícil de responder. Me conecto mucho desde las emociones, el afecto, los sentimientos. Trabajo mucho antes de filmar, me reúno bastante con los actores, pero no en mesas de trabajo y con papeles de por medio sino que me voy a la casa de Norma, nos tomamos un té, ella prepara unas galletitas, charlamos de la vida, del personaje, vamos pactando cosas y ya sabemos lo que vamos a hacer, ella y yo. Oscar Martínez lo mismo, además es un gran amigo. Charlamos todo antes de filmar. Cuando nos encontramos sabemos que el traje nos calza justo y no tenemos que estar buscando lo que vamos a hacer. Además, como escribo el guión, ttengo un entendimiento muy avezado de lo que se está contando, de por qué un personaje dice cada cosa.
-¿Podés ser espectador de tus películas?
-Es mi gran problema. Me cuesta a veces. Termino una película y la sigo viendo tan de cerca que me cuesta ver la unidad completa. Veo a la gente que se ríe o llora en el cine, pero no lo puedo vivenciar del mismo modo. El otro día vi "Viudas", después de cuatro años, y recién ahora la pude ver como una película. Pero si no estoy muy contaminado. Imaginate que la escribo, la produzco, la dirijo, la edito, la pos produzco, la estreno, es imposible que tome distancia.