Esto escribió Juan Paez. Es uno de los poemas del libro “Música para aeropuertos”, editado por la editorial Intravenosa, de Jujuy. En esa provincia residió una parte importante de su vida, aunque nació en 1984, en Rosario de la Frontera.
En Jujuy se recibió de profesor de Letras, obtuvo una beca de la Fundación Mempo Giardinelli y asistió al Summer Seminar 2013 Literatura Argentina y Latinoamericana: Crítica y Creación impartido en la ciudad de Resistencia, Chaco. Actualmente vive en Formosa, desde donde brindó esta entrevista a LA GACETA.
- Veo que tenés una sólida formación académica, relacionada a las Letras. Quería saber qué relación hay entre ser poeta y el mundo académico. En qué te ayuda, qué te quita.
La investigación en literatura no está alejada de la creación literaria. Están quienes piensan que sí, que son dos caminos disímiles, pero me parece que si bien los escritores y los investigadores producen textos relativamente diferentes, sus procesos escriturarios son similares. La escritura, en ocasiones, es una zona ambigua que desdibuja algunos límites.
La facultad y la investigación me acercaron autores y textos a los cuales no hubiera podido llegar de otra manera, a su vez, me permitieron conocer gente maravillosa. Por ejemplo, conocí a Elena Bossi y a María Eduarda Mirande siendo estudiante de Letras en la Universidad de Jujuy. De ambas aprendí varios tips vinculados con la escritura. Estudiar Letras también posibilitó el acceso a niveles de lectura mucho más profundos y eso es un conocimiento que resultó -y resulta- muy útil al momento de escribir.
Intuyo, finalmente, que la investigación, en mi caso, conecta al adulto con el niño que fui, un niño travieso que no dejaba de preguntarse y que, en ocasiones, inventaba ficciones para entender todo aquello le llamara la atención.
- Viviste en varias provincias, quería saber qué te dejó cada una, qué hay del campo cultural de Jujuy, donde la editorial Intravenosa ha respaldado tu libro.
Viví en Salta, Jujuy y ahora en Formosa. También pasé algunas estadías en Resistencia (Chaco) y Córdoba. Rosario de la Frontera (Salta) es una niñez preciosa, una ciudad de imágenes imborrables y muy cálidas. De Rosario de la Frontera conservo escenas en las que me veo muy protegido y mimado. Sí, un niño mimado y protegido de los peligros. Jujuy es más bien mi adolescencia y el punto de partida de mis viajes. En un principio, Formosa fue un lugar de rostros desconocidos, pero con el tiempo se transformó en la ciudad del río y del sol en una suerte de verano eterno. Formosa también son las visitas de Diana Bellessi, Analía Hounie y Osvaldo Bossi con quienes compartí cenas, charlas y paseos.
De chico no podía diferenciar las ciudades y esto me generaba un enorme desconcierto por eso, para diferenciarlas y saber dónde estaba, las bautizaba con nombres de personas. Siempre tuve la idea de que todos los lugares formaban parte de un solo lugar.
El campo cultural jujeño es dinámico y, visto desde otra tierra, tiene una gran solidez. Música para aeropuertos es un libro hecho con voluntades y los chicos de la Editorial Intravenosa tomaron todas esas voluntades e hicieron un libro precioso, motivo por el cual les estoy muy agradecido. Es un trabajo minucioso, cuidaron hasta el mínimo detalle en la edición. “parecen curitas del medioevo por la meticulosidad con que imprimen los textos” dice Álvaro Cormenzana en una reseña que escribió al libro.
- ¿Cómo empezaste a escribir poesía? ¿Cómo se dio el salto del lector al escritor?
Siento que la escritura viene desde chico. Supongo que ya escribía leyendo esa hermosa enciclopedia llamada "Lo sé todo". Estaba fascinado con esos libros y me acompañaron durante las diferentes mudanzas. El salto, en realidad, lo vería más bien como un giro y el movimiento efectivamente es de la lectura a la escritura. En este punto, retomo lo expresado en relación a la investigación porque, a veces, investigar es un pretexto, una manera de tener lecturas siempre a mano.
- ¿Qué poemas no puede dejar de leer alguien que quiere convertirse en poeta?
El que quiere convertirse en poeta no sé, pero el que quiere ser escritor no debe dejar de leer y leer de todo. El consejo no es mío, sino de una gran escritora, Angélica Gorodischer.
-¿Qué temas son obsesiones en tus escritos?
Temas creo que ninguno. La escritura en sí misma, tal vez. Con el tiempo descubrí que me preocupo mucho por cómo se ve y cómo suena un texto, qué lugar ocupan las palabras en el blanco de la hoja, por eso armé un blog en el cual, además de compartir textos propios y ajenos, puedo visualizar lo que escribo en un formato diferente y eso, en ocasiones, arroja luz sobre algunas sombras. Ayuda mucho compartir lo escrito con otros.
- Si no me equivoco andás por los 30 años, quería saber cómo ves a los poetas de tu generación, y si notás alguna diferencia con los más jóvenes que hoy están empezando a publicar.
-Es difícil hablar de los demás cuando uno apenas puede tomar distancia de lo propio. Sin embargo, es evidente la diversidad estética y notable el empuje en materia de publicaciones. La autogestión y las movidas lograron irrupciones y rupturas bastante interesantes. Recuerdo la primera edición del Festival de Poesía Sumergible “Homenaje a Néstor Groppa” que se hizo en Jujuy en el 2012. Dicha propuesta constituyó un aporte significativo al quehacer literario jujeño en tanto posibilitó que editoriales y escritores emergentes del escenario nacional visitaran la provincia.
En Jujuy, tuve la oportunidad de coordinar algunos talleres para adolescentes y noto que varios de ellos están haciendo lo que se debe hacer: leer, escribir y compartir lo que se escribe. El año pasado, el Fondo Nacional de las Artes organizó un taller de poesía a cargo de Carlos Ríos. En ese encuentro descubrí varias caras jóvenes y eso me puso muy contento.
- ¿Cuál fue la relación entre los poetas de tu generación y los más grandes?
Tanto en Jujuy como en Formosa existe un buen diálogo y mucha generosidad de parte de los más grandes con respecto a los escritores emergentes. Particularmente, en Jujuy, siempre tuve una excelente relación con Elena Bossi, Jorge Accame, Pablo Baca y Álvaro Cormenzana. Escritores de quienes aprendo mucho y con quienes no pierdo contacto a pesar de la distancia espacial que se impone.