Espectáculos

Fernanda Álvarez Chamale: “a veces pienso que hay que ponerse a vivir para escribir”

La poeta reflexiona sobre el oficio de la escritura, la relación con la Universidad y el feedback con los lectores a través de las redes sociales.
14 Sep 2015
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A una semana de que empiece a dictar un taller de escritura,  Fernanda Álvarez Chamale dialoga con LA GACETA sobre el oficio, la relación con lo académico (ya que se destaca en el área Lingüística en la Universidad Nacional de Salta). También habla de sus lecturas favoritas, aquellos autores y libros a los que vuelve una y otra vez. En el archivo adjunto pueden leer algunos de sus poemas.

1) Por qué cambiaste de una poesía que hacía más hincapié en el juego del lenguaje, a la autoreferencial y narrativa?

Porque la vida cambia también, pienso que por eso… y cambian también las lecturas que elijo hacer y los amigos se multiplican y cambia el respeto por la lengua madre y por la versión o la idea que me fomenté de la poesía. No hay intención en ese cambio, sin embargo. Sigo amando los desafíos de la palabra, el juego lingüístico y retórico que se puede generar en la poesía con la palabra, pero sobre todo con la voz que está, en definitiva, siempre envuelta de cuerpo, de un alguien que dice. No sé si me puse más autorreferencial, creo que en esta etapa me puse a vivir más mi deseo de poesía, mi deseo en la poesía y eso gestiona algo muy hermoso que es tan simple e imprescindible como vivir. A veces pienso que hay que ponerse a vivir para escribir, ponerse la palabra encima del andar, del ir yendo por donde sea que una vaya: el trabajo, la familia, la amistad, las historias de amor, las de desamor, los viajes, los proyectos de todo tipo. Este año comencé a trabajar en terciarios, de los que me desocupo más o menos a las 23 hs. En el camino de regreso a casa, mientras manejo con tránsito reducido pero apurado, escucho un programa de radio o un disco de Charly –varía desde que Tom Lupo no está ya en el Pez Náufrago- y me pongo a imaginar poemas. Es como la hora final, y al final del día no hay más que dejar que se pierda todo, que se pierda lindamente. Imagino títulos de textos y los digo en voz alta y me río mucho en muchos casos cuando de la mano viene una seudo historia vinculada con lo que, entiendo, se viene gestando como escenas en mi inconsciente y en el día de todo lo vivido. La poesía se vuelve mi respiradero así, lo narrativo tiene que ver con eso, pienso, con respirar más. Con vivir más. Y con desintoxicar sin echarle el bardo a nadie, sin la justicia de la catarsis. Hacer con lo que se vive y, claro, con la palabra… que así la vivo.

2) Te sentís representante del nuevo resurgimiento de las movidas culturales?

Definitivamente no me siento representante de nadie ni de nada. Creo en la singularidad de las cosas y del hacer y de las personas. Las tendencias, los fans, las movidas cargadas de suerte son ocasiones donde un halo del deseo de una está haciendo lo suyo, y un halo del gusto/deseo de los otros, también. Nada más. Los gustos, las lecturas, las escuchas, la predisposición para ver/leer a un escritor varía a veces muy histéricamente en las personas. Entonces prefiero evitar representar a alguien. No me represento ni a mí misma, porque somos movimiento constante. Me reconozco un estilo y un trayecto, sólo eso. Y lo celebro. Porque mi poesía está llena de eso, que es también lo que soy. El resurgimiento de las movidas culturales va de la mano no sólo de los que escribimos –en el caso del “posible” resurgimiento de la literatura- , sino también, y diría que sobre todo, de quienes gestan, promueven y generan espacios culturales cultura… en el caso de la poesía, la que está a la vanguardia de eso es Fernanda Salas, y en espacios más consolidados, la gente de la Ventolera, y en otro muy nuevos, las copadas chicas de Minutas: Jimena y Rocío Ortiz y Sole Gamarra.

3) Vos escribís mucho, tenés un gran caudal de producción y publicás estos textos en Facebook. ¿Todo es un poema? ¿Para qué te sirve la web? ¿Cómo reaccionás ante los comentarios? ¿Te sirve para corregir?

Creo que los textos que publico en Facebook no hacen un solo poema, aunque sí hacen a una sola poeta. Quiero decir, tengo escrituras muy diversas y escribo sobre temas y formas diversas. Una forma es la que apuesta a lo breve y contundente en el uso del lenguaje y otra la que se desplaza por el lado del contar, del fragmento vital. Publicar en facebook me sirve para publicar, eso. Creo que es la forma más sensata de darse la palabra en público, de ir al otro, al menos en mi caso, que hago uso de la red continuamente. Me gusta lo inmediato y el tratamiento que lo fugaz me permite hacer/trabajar sobre la desdicha de sentirse perdido como escritor, perdido para el otro. Que la casualidad de la conexión una a un lector con mi texto me fomenta adrenalina, además de convencimiento acerca de la distancia y la diferencia entre mi trabajo de escritora y lo que se cifra en el deseo de ser leído. Ser leído y comentado es hermoso, pero escribir y ser leído si bien son dos actos relacionados, pertenecen a dimensiones muy diferentes. Para mí escribir sigue siendo más hermoso y más pulsional, claro. Así sea que un solo lector elija leerme, por insomnio o porque la foto que acompaña al texto le gustó, le doy a mi escritura y a cada texto el peso de un ¿artefacto? o de un acto autónomo, que por esa razón, merece mi atención, mis manos, mi laboriosidad, mi lectura en voz alta, mi expulsión inminente de eso que hay que hacer para sacar.

4) Por tu labor académica tenés una gran capacidad teórica... ¿eso te favorece o perjudica como poeta?

Pienso que ni me favorece ni me perjudica. Creo que a lo largo del tiempo y de mi separación de una escritura académica en la poesía, he conseguido sacar provecho de lo teórico. Juego con eso también. Nuestra cultura está hecha de ideas muy armadas y con tradiciones ideológicas muy fuertes. En ese caso, pienso que conocer es mejor que desconocer para no pecar de ingenuo, salvo que se juegue a la ingenuidad, lo que me parece interesantísimo en el campo de la escritura.

5) Vas a brindar un taller: ¿se puede enseñar a escribir poesía?

Se puede explorar cómo uno escribe, cómo escriben otros, permitiéndose la lectura ampliada y la crítica constructivamente destructiva. Sólo eso. Nadie nos enseña a escribir poesía, como nadie nos enseña a hablar. Uno aprende de ver, de espiar, de escuchar, de hablar con el que habla, con el que hace. El taller de literatura experimental, Olla Brava, que proponemos con Nicolás Pecci es un espacio para armar espacio, eso fundamentalmente, para generar la juntada, la colectividad, la posibilidad de escucha. Queremos leer de todo (o no: de todo no), y escribir también. Queremos escuchar lo que se escribe, con deseo y crítica, y si es posible, propiciar actos y actividades que habiliten la palabra creadora, la palabra hincadora y la palabra apertura.

6) Cuáles son los libros a los que siempre volvés  y cuáles tus cinco libros imprescindibles.

Vuelvo siempre a Chantal Maillard, filósofa y poeta belga hace mucho tiempo radicada en España y con harta experiencia vivencial en la India. Descubro, cada vez que vuelvo, que regreso por razones diferentes. Está claro que hay empatía con ella, con su escritura, con su forma de hacer decir su palabra. Al principio, su palabra fue un sacudón de cabeza, de búsquedas muchas que yo venía haciendo, desde búsquedas espirituales hasta otras muy carnales, corporales (acaso sean las caras de una misma cosa). Luego me agarré de su forma de decir, me quedé enclavada en su frase corta y punzante. Ahora regreso para recordar que siempre es lindo regresar a sus diarios indios, a sus Hilos, porque Chantal te toma de la mano de una forma tan vacía. Creo que con ella aprendí a soportar el vacío. Mis cinco libros imprescindibles (son pocos cinco y aclaro que sólo menciono los que vienen más inmediatamente a mi memoria): “Hilos” de Chantal Maillard, “Los cuentos siniestros” de Kobo Abe, “Un soplo de vida” de Clarice Lispector, “Yo soy aquél” de Osvaldo Bossi y los poemas audio de mi amigo escritor poeta santiagueño Claudio Rojo Cesca.

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