A pocos años de la vuelta de la democracia, un levantamiento militar generó tensión en todo el país y causó preocupación en el gobierno del presidente Raul Alfonsín.
Durante la Semana Santa de 1987, un grupo de militares comandados por el mayor Ernesto Barreiro en Córdoba y por el teniente coronel Aldo Rico en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, se sublevaron y tomaron cuarteles militares.
La herida aún fresca de los recientes golpes de estado volvía a reabrirse, ante las medidas tomadas por un grupo de militares que se resistían a ser enjuiciados por los crímenes cometidos durante el periodo de dictaduras.
En Salta, militantes principalmente del radicalismo tomaron Radio Nacional para evitar que las fuerzas militares tomaran los medios de comunicación del Estado.
“El levantamiento carapintada realmente produjo una conmoción y puso en tensión toda la capacidad de debate y de organización que tenía la Juventud Radical, Franja Morada y el Partido Radical y yo creo que una de las respuestas que nosotros tuvimos fue rápidamente organizarnos, convocarnos en el Comité provincial y tomar la decisión de ocupar Radio Nacional que funcionaba en la calle Mitre” recuerda sobre esos días el historiador e histórico militante radical, Rubén Correa, quien por aquellos años era parte de la conducción nacional de la agrupación universitaria.
El docente universitario destaca el rol del presidente en una época de transición en donde lo que se buscaba era el consenso.
“El debate era intenso en función de que la ley de punto final no satisfacía a los reclamos de algunos sectores militares y también había una estrategia dentro del gobierno de Alfonsín de tratar de mitigar los efectos de conflicto que había sobre las fuerzas armadas, a los efectos de no provocar mayores convulsiones internas que pusieran en peligro esta instancia de reinstitucionalización que tenía la Argentina a partir de la recuperación de la democracia” sostiene Correa.
En este sentido, mediar entre el pedido de justicia y reparo de daños causados en la sociedad, y las exigencias de la cúpula militar generó tensión a nivel social.
Así lo expresa el historiador desde la visión militante de aquella época. “Teníamos una mirada como militantes, los debates con Alfonsín fueron muy duros, muy fuertes, muchas veces como jóvenes éramos intemperantes y reclamábamos cuestiones que quizás el con experiencia política mucho mayor y con una inteligencia concreta y real buscaba alternativas. Yo me acuerdo lo que nos dijo en un momento determinado: “muchachos yo no me voy con las manos manchadas de sangre de esta presidencia, no voy a fogonear un enfrentamiento de argentinos contra argentinos”.
Además agrega que el entonces Presidente de la Nación: “tenía muy claro el papel que tenía que desempeñar en estos primeros años de transición democrática. A veces nosotros no lo llegamos a comprender o a interpretar totalmente. Con el paso de los años hemos generado una mayor comprensión y un mayor respeto a lo que implicó Alfonsín”.
Luego de la intervención concreta del primer mandatario nacional, llegó a su fin este conflicto desatado en plena Semana Santa.
Así se lo percibió en nuestra provincia. “Acá en Salta teníamos la presencia de otro hombre muy fuerte en la política, Roberto Romero y el mensaje de Alfonsín y luego las palabras de Romero desde la casa de Gobierno frente a la plaza 9 de Julio fueron muy fuertes” recuerda Correa y agrega que “en el marco de una fiesta religiosa importante para la sociedad argentina y la sociedad salteña, esta situación de violencia y de una posibilidad de un baño de sangre o de guerra civil realmente pacificaron por el momento las aguas”.
Heridas abiertas
Treinta años después, y haciendo una lectura retrospectiva se pueden ver las consecuencias de aquellos acontecimientos de la Semana Santa del 87.
“Yo creo que las líneas de tensión de Semana Santa de 1987 la hemos visto en pleno desarrollo luego durante la década del 90 con los indultos de Carlos Menem y la configuración de partidos políticos ultranacionalistas y de derecha que actuaban sin ningún tipo de tapujo. Con la constitución del Movimiento por la dignidad y la independencia de Aldo Rico, que entre el 1993 y el 1995 tuvo una expansión electoral notable colocando intendentes, legisladores, concejales hasta constituir casi una tercera fuerza, por supuesto muy lejos del radicalismo y el peronismo, pero una tercera fuerza nacional que postergaba a muchos partidos políticos tradicionales dentro del sistema de partidos de la Argentina” analiza Correa.
“Uno también lo puede evaluar con lo que implicaron los sucesos de diciembre de 2001 y la década posterior donde fluctuamos de un modelo neoliberal a un modelo populista, como fue el modelo de desarrollo kirchnerista, y hoy de nuevo el péndulo moviéndose hacia un modelo económico político y social que pone distancia a los que fue el modelo kirchnerista, es decir, realmente cuando uno tiene que calibrar el resultado de la lucha política en la Argentina a lo largo de estos 34 años desde el retorno a la democracia es bastante complejo” sintetiza el historiador.