Al menos 33 personas duermen en las calles del macrocentro salteño

La zona del Parque San Martín, las inmediaciones de la Terminal, del hospital San Bernardo y la galería comercial de Buenos Aires y Caseros son algunos de los lugares donde pernoctan. De las personas en esta situación solo un 14% accede al Operativo Abrigo que lleva a cabo la Policía de Salta.

03 Ago 2018
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Por Iván Rodríguez

Un estudio de la Fundación Revelares advirtió que el año pasado ya había aumentado el 20% las personas en situación de calle en la capital salteña.

Sin estadísticas oficiales este 2018, son las fundaciones y las ONGs las que manejan los datos más certeros sobre una problemática que algunos eligen no ver. Según las cifras que maneja la Fundación Sí, que a través de sus recorridas nocturnas mantiene un contacto con las personas en situación de calle, hay al menos 33 personas que duermen cada noche en el macrocentro salteño.

Todos los miércoles y domingos, los voluntarios de esta organización recorren distintos lugares en donde saben que duerme gente a la intemperie.

Entre los lugares en donde pasan la noche las personas en situación de calle se encuentran el Parque San Martín, los alrededores de la Terminal de Ómnibus, el puente de avenida Irigoyen, la zona cercana al Hospital San Bernardo (inclusive la guardia del mismo nosocomio), la avenida Bicentenario y la galería comercial de Buenos Aires y Caseros.

Según el trabajo que realiza la Fundación Sí, se observa que la mayoría de las personas en esta situación son varones y tienen desde 12 hasta 60 años.

¿Cómo llegan a esa situación?

Cada caso es distinto, pero si se estableciesen generalidades las principales causas por las cuales estas personas terminaron viviendo y durmiendo en la calle serían la desocupación y problemas de índole familiar. El consumo de sustancias como las drogas y el alcohol también se encuentra entre las causas por las que las personas terminan en la calle.

“Hay casos distintos, puede ser por problemas familiares o de trabajo o gente que vino del interior y está buscando trabajo, por enfermedad”, comenta a LA GACETA Gabriel Rodríguez, quien coordina los recorridos nocturnos de esta organización.

Además Candela Rodríguez, otra de las coordinadoras, agrega: “algunos emigran pensado que van a tener mayor estabilidad pero no les va bien y empiezan a caer, y caer es fácil, después salir de ahí cuesta mucho”.

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El “Chaqueño” duerme bajo el cobijo de un árbol al frente del hospital San Bernardo y siempre está acompañado de su perro León. Llegó ahí luego de una disputa con sus hermanos que viven en Chaco y con quienes no mantiene contacto. Su única compañía es su mascota, por quien es capaz de dejar de comer en algunas ocasiones para darle el alimento que recibe de otras personas.

El “tío” duerme en la galería de Buenos Aires y Caseros, y también se peleó con sus familiares. Sus hijas viven en Chicoana, pero afirma que “no las quiero molestar”, ya que ellas tienen su propia familia, aunque las visita algunos fines de semana.

Una realidad que crece

En el último tiempo y en consonancia con el estudio que realizó la Fundación Revelares, los voluntarios de la Fundación Sí afirman que ha crecido el número de personas en situación de calle en la zona donde ellos realizan su labor.

Vemos muchas caras nuevas, mucha juventud” afirman los coordinadores de las recorridas. Al mismo tiempo indican, que desde fines de junio y principios de julio que ven mucha gente que ante no veían principalmente en la zona de la Terminal y del hospital San Bernardo. “Por ejemplo donde antes eran dos ahora son diez o quince” sostiene Candela.

Haciendo changuitas, lustrando botas o lavando autos, la mayoría de estas personas busca conseguir el dinero para sobrevivir en el día a día pero viven una situación cada vez más complicada. “Antes con $100 comían dos días, ahora con $100 no pueden ni comer un menú económico”, indican. Por otro lado, el incremento del colectivo es otro factor que los afecta, sumado al aumento de casi todos los productos de la canasta básica. “El impacto de los cambios les está afectando a ellos en lo básico”, expresa la voluntaria.

La marginación y la indiferencia

“Muchas veces son invisibles para la gente”, afirma Candela y da cuenta de la marginación con la que viven a diario las personas en situación de calle. Están ahí pero muchos no los ven o deciden hacer la vista a un costado. Los prejuicios y los miedos son lo que muchas veces genera grietas que no permiten ver otras realidades.

Gabriel lo expresa de esta manera: “A veces vemos chicos que están alcoholizados o drogados y se los mira con miedo pero cuando nosotros vamos se controlan, nos respetan. Nunca tuvimos inconvenientes”.

Ni albergues, ni comisarías

Los datos del estudio de la Fundación Revelares afirman que de las personas en esta situación solo un 14% accede al Operativo Abrigo que lleva a cabo la Policía de Salta.

Las razones por las que muchos se niegan a esta asistencia tiene que ver con el trato que se les brinda y con lo dificultoso que se hace volver a sus lugares luego de ser llevados a la Comisaría de Castañares.

Otra posibilidad a la que muchos se rehúsan a acceder es a los albergues, algunos de los cuales dependen de Iglesias.

“No quieren ir al operativo abrigo. Por lo que nos contaron los tratan mal y tampoco quieren ir a los albergues de la Iglesia porque les dicen que les dan un espacio pero les dicen que recen, es como ir obligado”, cuenta Gabriel.


Las recorridas nocturnas

El trabajo que realizan los voluntarios de la Fundación Sí con las recorridas nocturnas se realiza dos veces a la semana y da inicio a las 21. Consiste en acercarse a las personas en situación de calle ofreciéndoles sopa, té o café y pan o galletas para acompañar la infusión.

Aunque esta es una mera excusa para tener un acercamiento y generar un vínculo de confianza.

“Estar ahí conversar, charlar su día porque vos los ves que están con sus amigos, con su mismo entorno en la calle, son muy solitarios no se abren con cualquiera y brindarle la sopa a ellos es un pie para charlar como estuvo, que tal su día si comió o no comió, que le pasó qué hizo durante el fin de semana porque por nosotros vamos los miércoles y domingo pero en ese transcurso en que nosotros no vamos a ellos le pasan un montón de cosas” cuenta la voluntaria sobre su tarea.

Los recorridos se hacen a pie y duran aproximadamente tres horas, hasta pasada la medianoche. Lo que los distingue es el carrito en el que llevan las cosas y se ha convertido en un símbolo de la tarea que realizan.

“El coordinador lleva el carrito, la figura es el carrito, ahí ponemos el té ponemos la sopa, las cosas para llevar para los chicos y también vemos cómo ayudar a la persona. Charlamos con esa persona, vemos cómo podemos conseguir las cosas”, comenta uno de los voluntarios.

Ser escuchados

“La mayor necesidad que ellos tienen es ser escuchados”, apunta Candela y agrega que: “a nosotros nos dicen que ellos no valoran el vasito, ellos no son un vasito de sopa o de té. Valoran mucho que nosotros nos acercamos y charlamos, muchas veces ellos por estar en las calles se sienten solos y por estar solos acuden a la droga o al alcohol”.

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El siguiente paso después de generar confianza es trabajar para la reinserción social, aunque la falta de abrigo es algo que deben resolver en los días de crudo invierno. “Nosotros por ahí le damos una frazada pero en un descuido viene alguno y se los roba, entre ellos se roban por necesidad. Hay veces que los vamos a visitar y ellos están con una sábana o descalzos”, cuenta la voluntaria.

Para sintetizar reafirma la idea de que “más que nada necesitan ser escuchados, reinsertados de a poco a paso lento, es fácil salir pero es difícil volver”.

Reinsertarse

“Tuvimos casos en que pudimos dar una mano con herramientas, currículum, buscar trabajo. Vemos su actitud, si quiere salir o no, depende de la voluntad de esa persona, lo ayudamos” afirma Gabriel. A la vez cuenta que en los cinco años que se están realizando estas recorridas hubo cinco personas a las que se pudo ayudar a salir de la situación de calle y conseguir un trabajo que pudieron mantener.

El principal inconveniente que tienen estas personas muchas veces es la frustración de que las cosas no les salgan como esperan. “Lo que les cuesta es anímico levantarlos a ellos para que después tengan que salir y si caen el golpe no sea tan fuerte”, sostiene Candela.


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