Cuentos como una pintura descarnada de nuestra Salta

Reseña del libro Una tristeza decente, de Salvador Marinaro.

12 Sep 2018
1

Por Agustín Ovejero

Pasaron muchos años desde que Salvador Marinaro nos acercara una obra íntegra de su prosa literaria. Hace ya un decenio que Cuentos de un Mono Evolucionado hacía su aparición merced de un premio provincial. Pero ahora con Una Tristeza Decente nos encontramos ante un autor y una obra reluciente y sólida, producto de los años de trabajo, de experiencias vitales y de distancia.

Posiblemente sea la distancia la que le dio al autor la posibilidad de escribir con tanto entusiasmo sobre cosas que hoy podrían resultar lejanas pero en las mieses de la memoria mantienen mucha frescura. Son once cuentos, pero también once caras de un prisma que a veces es traslúcido y a veces opaco. Y ese juego de tonalidades se lo da la profundidad narrativa de cada historia. Como bien expresó el autor en la presentación de la obra algunas semanas atrás, tomó como puntal a la familia y “luego tendría un efecto de traslación” hacia otras vertientes de interés. Sumó como factor esa “tensión de intimidad” implícita en cada momento cotidiano como el motor, el impulso creativo para Una Tristeza Decente.

LEER MÁS: ENTREVISTA CON SALVADOR MARINARO

Al haber leído la obra de manera corrida se pudo experimentar toda esa tensión en carne propia a través del relato. Salvador en su prosa nos desafía constantemente, sobre nuestros conocimientos, sobre nuestras necesidades, sobre nuestra memoria, nuestras culpas y remordimientos. La obra es un paso adelante en la carrera del autor, es un esfuerzo de trabajo trasladado con precisión pero también con espíritu y corazón.

Sólo para mencionar, los primeros cuentos son como una pintura descarnada de nuestra Salta al interior de cada familia, con sus claroscuros y sus tramoyas, sus dichas y desgracias, relatadas sin sarna pero con suma vivacidad. En “La Marilín” nos sentimos un espectador más en un corso de verano, en “Un viaje de vuelta” podemos recordar a los amigos que vienen de viaje o a aquéllos que permanecen nostálgicos de la adolescencia, “Fósiles” es el episodio más crudo que cualquier niño puede vivir observando a sus padres o “Ladridos” el clamor estridente de las charlas de almacén.

La traslación del autor nos lleva a cuestiones propias de su vida y experiencia, el desarraigo, la celebridad, los cuestionamientos propios como en “La obra de Mastroverdi” o los escenarios crudos y algo entreverados con momentos mágicos como en “Los Suplicantes” mezcla de parodia de la pobreza y miserias turísticas.

Los últimos dos cuentos merecen una mención especial. En “La Cacería” parece estar plantándose la semilla de una literatura muy rica, que cambiaría el rumbo de su escritura y de la forma de escribir de muchos autores de estas latitudes. Es una mezcla precisa, medida, pero a la vez creativa, que se presenta con fuertes ribetes estéticos de calidad fusionando ciencia, memoria y creación literaria. Tal vez soso al primer golpe de lectura pero que desprende sus aromas luego de unos instantes.

“Cruzar la autopista” nos acerca al Salvador Marinaro del porvenir en clave futurista. Un “leit motiv” tal vez algo recurrente acerca de la llegada de un neófito a una gran urbe, pero que por medio de efectos muy sensibles y emotivos al momento de su cierre nos impacta con la fuerte velocidad que se imprime en el relato.

Quién escribe prefiere quedarse con el hermoso y elocuente relato de “La vida entre las piedras”. Un solaz de paz e inocencia que nos evoca los momentos más afables de la infancia. Un mundo donde las sensaciones parecen eternas, entre sueños y enriedos, en un relato que también nos recuerda las presiones de la familia pero que, a pesar a todo, la magia de vivir puede estar en algunos trazos de crayón y ramas caídas de los árboles.

Una Tristeza Decente es la puerta que Salvador Marinaro ha decidido cruzar hacia el mundo literario que quiere crear, con el que ya tiene las herramientas necesarias y el espíritu indicado para guiarnos hacia lo mejor de nosotros.




Comentarios