Volver al aula, ¿fortalece la subjetividad, resulta innecesario, o esconde un interés económico?

Tres especialistas en Ciencias de la Educación opinan sobre el inminente anuncio del Gobierno nacional, respecto del retorno de la presencialidad para estudiantes de los últimos años.

06 Oct 2020
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En un par de horas, el Gobierno nacional habilitará la vuelta a las clases presenciales para los alumnos de los últimos años tanto de la primaria como de la secundaria. Si bien se tratará de una medida para todos el país, la última palabra la tendrán las autoridades de cada provincia, sobre la base de la situación epidemiológica del distrito.

La decisión se anunciará luego de que el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, mantega un telereunión con los ministros de las 24 jurisdicciones educativas, que comenzará a las 18.

El domingo, el propio Trotta había sugerido que podían llegar a tomar una iniciativa de este tipo, cuando había dicho: “desde un principio la prioridad han sido las y los alumnos que finalicen un ciclo”.

Ayer, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, había sido más directo. “Los chicos de sexto grado y sexto año de todo el país deberían volver ya a clases”, habpia afirmado durante un encuentro virtual con referentes del Frente Renovador de cada provincia. Incluso, había añadido la necesidad de que se estudien protocolos; y a modo de ejemplo había dicho que se podía aprovechar todo el espacio del edificio escolar para separar estos cursos en grupos de seis alumnos en aulas, en patios y en salones de acto. “Deberíamos hacer el esfuerzo mediante un protocolo y aprovechando los espacios en escuelas de muchos alumnos, para que (estos alumnos) terminen y puedan cerrar bien su ciclo y pasar a una nueva etapa de su vida”, había insistido.

Medida positiva

“La posibilidad de que estudiantes de los últimos cursos puedan retornar a clases presenciales podría ser positivo y de gran significatividad para la subjetividad de estas personas, que debieron resignar gran parte de los sueños en ese último año, tradicionalmente marcado por vivencias grupales de pasaje de una etapa a la siguiente”, consideró la profesora en Ciencias de la Educación Déborah Saientz.

La especialista recordó que el cierre de un nivel escolar implica la posibilidad de que se realicen síntesis de conocimientos y de competencias alcanzadas, además de valoraciones personales y grupales acerca de lo que termina y de lo que está por iniciar. “Y también implica la oportunidad de hacer revisiones acerca de la toma de decisiones sobre el futuro y de que se reacomoden los vínculos sociales y afectivos, que a causa de la pandemia tal vez no se hayan podido aún elaborar plenamente”, añadió.

Sobre este último punto, profudizó: “no haber podido compartir el espacio material con pares que están transitando la misma experiencia, y con los profesores y maestros dificulta el proceso de identificación, de búsqueda y hasta de confrontación con lo social, que está representado por todo aquello del mundo que sucede fuera de la familia, en ese espacio ‘otro’, necesario para fortalecer la autonomía de los jóvenes para qie transiten a niveles de educación media y superior”.

Saientz destacó que, desde ese punto de vista, la posibilidad de que estos estudiantes compartan al menos algunas horas con sus compañeros, y habiten al menos parcialmente los espacios que los albergaron tanto tiempo puede tener un impacto positivo en su subjetividad. “Les puede ayudar a que cierren con un gesto amoroso, que ponga énfasis en lo vincular, este momento histórico único que hemos vivido”, indicó la profesora.

De todos modos, subrayó que para que todos estos aspectos positivos realmente se vivan como tales, resulta fundamental que esta vuelta a las aulas se dé en zonas rurales o urbanas que no cuenten con alta circulación comunitaria del coronavirus. “Deben generarse condiciones de confianza necesarias para que los estudiantes, sus familias y los docentes no sientan que están corriendo riesgos; pues es claro que la situación sanitaria debe primar como pedagogía del cuidado, de contención, y teniendo como valor esencial la vida”, dijo.

Otra perspectiva

Silvina Vaca Oviedo, también profesora en Ciencias de la Educación, analizó la eventual decisión del Gobierno nacional desde otra perspectiva. “Cuando hablamos de la educación, en general, se opina desde la experiencia personal y se remite al espacio físico donde ‘debería’ suceder este proceso. Empero, epistemológicamente podemos sostener que los procesos de enseñanza y de aprendizaje no requiere de un espacio físico determinado para que sucedan”, señaló.

Añadió que precisamente, merced de las medidas para menguar la circulación de la covid-19 este punto se puso sobre la mesa. “Con la pandemia tuvimos que repensar la educación, recrearla, desde ámbitos no presenciales que nos permitiesen poner en práctica todo aquello aprendido y enseñado durante tanto tiempo en la presencialidad. Hoy podemos sostener que la posibilidad de aprender y de enseñar escapa a los muros delineados de un espacio y en un tiempo escolar determinado”, afirmó.

Respecto de la vuelta a las aulas de los estudiantes de los últimos cursos de la primaria y de la secundaria consideró que se trata de una medida muy dificil de concretar. “Aún cuando exista un estricto protocolo de seguridad y de higiene que diga garantizar la salubridad de todas las personas participantes, en la práctica, en el encuentro con los otros, en esa posibilidad del abrazo, de la risa compartida, del juego, de la charla; de compartir un espacio y un tiempo escolar presencial, probablemente todo protocolo pase al olvido”, advirtió.

Además, indicó que la virtualidad no implica aislamiento de sus pares, y da otras herramientas, que deben ser valoradas. “Desde un análisis didáctico y pedagógico, los estudiantes están aprendiendo, con otros recursos, otros tiempos y en otros lugares. Muchos de ellos siguen teniendo contacto con sus docentes y con sus pares; y avanzan en sus estudios. Mi hijo mayor de 17 años está cursando su último año del secundario; y aunque al principio le generó angustia no poder ‘estar’ con sus compañeros, y disfrutar de lo que significa culminar un ciclo, hoy considera que no querría volver a la escuela porque además del miedo que le genera el virus, asume que le costó mucho aprender y avanzar en sus estudios en este contexto y quiere ser valorado por su esfuerzo”, señaló.

A modo de reflexión final, Vaca Oviedo se mostró opuesta a la idea del retorno de la presencialidad. “La educación en tiempos de pandemia implicó nuevos desafíos. Las políticas públicas debieron desarrollar nuevas propuestas para garantizarla como derecho; y aunque aún existen brechas entre quienes tienen acceso y quienes no, la educación como política pública está en la agenda en orden de prioridad, buscando generar las condiciones para la continuidad pedagógica con otros modelos posibles”, puntualizó.

Una alerta

En su análisis respecto de la inminente medida del Gobierno, el licenciado en Ciencias de la Educación Diego Sierra intridujo cuestiones que tienen que ver más con lo económico.

Primeramente, advirtió que la preocupación política y el interés social por la vuelta a las aulas se fueron distanciando, porque las familias sienten temor por las probabilidades de contagio de los chicos en la escuela, y porque la mdirigencia no se muestra clara sobre cómo llevarían a la práctica los protocolos. Sin embargo, destacó que el caso de los estudiantes que cierran un ciclo debe ser analizado de manera distinta del de los otros.

“La culminación y promoción de un nivel educativo ocupa un lugar singular, porque para quienes están cursando el último año terminar la escuela es parte de un proyecto vital muy fuerte. Necesitan tener certeza de que el año que viene podrán empezar la carrera que viene ordenando su visión de ellos mismos para los próximos años, lo que le da sentido a sus vidas. No olvidemos que el empleo es otro ordenador vital y también está atado al título secundario”, indicó.

En ese contexto, Sierra encendió una alerta, porque introdujo la “pata económica” en la eventual decisión del retorno a las clases presenciales. “Los sistemas educativos muestran su eficiencia en el índice de terminalidad, de cantidad de promovidos de ciclos y niveles, en relación a la cantidad de inscriptos. La mayoría de los organismos internacionales de créditos usan esos índices para otorgar ‘ayudas’ financieras”, dijo.

En ese sentido, manifestó que la la preocupación política debería concentrarse más en la continuidad antes que en la terminalidad. “No se puede pensar niveles educativos de un sistema público como bloque con puertas de entrada y de salida. Si hoy la presencialidad es acuciante tal vez habría que repensar cómo articular la continuidad con la secundaria -en el caso de quienes van a sexto grado de primaria- y con la universidad y los institutos -para quienes cursan el último año de la secundaria-”, opinó.

Además, Sierra advirtió que no resultará sencillo materializar ese retorno a las aulas. “Con todos los riesgos de contagio que implica sin la debida organización -que no es proceso de preparación de una semana o de dos- y sin una fuerte inversión en infraestructura escolar y social, y en designar docentes suficientes para sostener una esquema como el que propone Massa, podría constituir una movilización en vano del esfuerzo de las escuelas que vienen haciendo ingentes movimientos de energías para garantizar enseñanza a todos los alumnos”, concuyó el especialista.

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