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Testigos junto a imputados: los peligrosos descuidos de la Justicia Federal

En la última audiencia del juicio contra el ex juez federal Reynoso se produjo un hecho insólito que la propia ley prohíbe que suceda.
15 Mar 2018
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“Señor, en este cuarto intermedio no mantenga contacto ni dialogue con otros testigos por favor”, es la frase que el presidente del Tribunal Oral Federal le repite a cada testigo que se encuentra declarando y cuyo testimonio debe ser interrumpido por algún motivo que justifique un cuarto intermedio en el juicio contra el ex juez Federal de Orán, Raúl Reynoso.

La advertencia tiene lógica y se sustenta en el artículo n° 384 del Código Procesal Penal de la Nación que establece que “los testigos no podrán comunicarse entre sí ni con otras personas, ni ver, oír o ser informados de los que ocurre en la sala de audiencias”.

Sin embargo, esta recomendación no solo no se cumple ni nadie vela por ello sino que en la última audiencia del juicio contra Reynoso se produjo una escena tan llamativa como peligrosa: en un cuarto intermedio que se produjo en medio de la declaración del testigo José Antonio Fernández Martínez –un ex empleado del Juzgado Federal de Orán-, dos imputados se acercaron a su ex compañeros y estuvieron conversando durante varios minutos a la vista de todos, en plena sala de audiencias.

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El sumariante Miguel Ángel Saavedra y el empleado César Aparicio son dos de los ocho acusados de formar parte de la asociación ilícita que gestionaba coimas a cambio de beneficios procesales para detenidos por narcotráfico.

Ellos fueron quienes se acercaron a Fernández para mantener una conversación de la que solo ellos saben su contenido. Habían sido compañeros durante un año y, según pudo averiguar LA GACETA, mantenían buena relación. Cabe aclarar que la continuidad del testimonio de Fernández no evidenció ninguna variación respecto de lo que ya venía diciendo.

El Código prohíbe que esto suceda por el simple hecho de lo riesgoso que significa, ya que puede pasar que el testigo sea amedrentado, coaccionado, amenazado o incluso alentado o forzado a declarar de una manera determinada.


No fue la primera vez que sucedió algo similar en este juicio. Ya en una audiencia pasada, el fiscal Carlos Amad les indicó a los jueces que otro testigo había estado hablando con un imputado que también fue, casualmente, Aparicio. Se lo preguntó al propio testigo al volver del cuarto intermedio y éste respondió afirmativamente.

Lo ideal sería que los testigos se mantengan aislados entre sí y de toda otra persona para garantizar que nadie lo afecte o perturbe antes y durante su declaración, para la que está obligado a decir la verdad bajo riesgo de cometer falso testimonio.

Incluso el artículo 384 agrega que “después de declarar, el presidente (del Tribunal) resolverá si (los testigos) deben permanecer incomunicados en antesala”.

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Mientras los testigos esperan ser llamados por los jueces para sentarse en el banquillo y declarar, siempre esperan en el ingreso del edificio en donde funciona la Justicia Federal de Salta, ubicado en la esquina de España y Deán Funes, más precisamente en la puerta de calle Deán Funes.

No están aislados y pueden mantener contacto, no solo con los demás testigos, sino también con cualquier abogado o imputado en la causa (a excepción de Reynoso que al estar detenido no se mueve libremente) o con cualquier persona que esté en el edificio.


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