La soledad en la calle magnifica aún más la fachada de los imponentes edificios custodiados por los cerros verdes de fondo.
El ruido de zapatillas y ojotas de quienes caminan en las primeras horas de la mañana por el centro se escucha a varios metros de distancia. El silencio abunda porque las conversaciones son pausadas, en tono bajo.
Los negocios permanecen cerrados con sus persianas bajas. Al costado de ellos, la Plaza 9 de Julio y las peatonales Alberdi y Florida como un largo camino entre bolsas de basura, cajas de hamburguesas, papas fritas y los perros callejeros que parecieran tener ahora un descanso después de una agitada noche de ladridos y sustos por los cohetes al momento del brindis.
La imagen contrasta con la masividad de los compradores rezagados que buscaron hasta último momento comida y juguetes para vivir la Nochebuena y Navidad en familia. Las peatonales y las veredas muestran las claras de la batalla de vendedores: "manteros" vs "golondrinas" que terminó con la intervención de la Policía para evitar incidentes.
El día después del brindis y celebrando la Navidad se vive con mucha calma en el centro salteño, sin el ruido constante de los colectivos que circulan con frecuencias y horarios reducidos, de 20 a 22, y la basura de comerciantes, salteños y turistas que coparon las calles.