LAS PELÍCULAS DE TERROR COMO CRÍTICA SOCIAL. Por Luciano Avila.

24 Oct 2018
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Ilus, por Lucien.

Las películas de terror como crítica social.

Por Luciano Avila.


No es raro encontrar personas a las que no les agradan las películas de terror, es comprensible que este género no siempre resulte atractivo siendo que sus particularidades suelen involucrar un cierto disfrute del sufrimiento de los personajes, un miedo y tensión intensos, o hasta morbo. Los gustos no se pueden discutir, pero, como alguien que durante un tiempo tuvo una negación respecto al cine de terror, me atrevo a decir que (al menos en algunos casos), ese disgusto puede surgir como respuesta a la falta de un visionado de películas que estimulen el acercamiento al género, más aún si solo nos concentramos en los olvidables blockbusters estadounidenses que salen todos los años desde hace ya bastante tiempo.

Siempre resulta algo polémico hablar sobre qué se puede considerar una “buena película”, sobre todo porque la fórmula no siempre es la misma, en el caso del terror se podrían nombrar elementos como un buen manejo del suspenso, un antagonista imponente o con gran presencia, un protagonista relativamente badass, cantidades generosas de violencia gráfica, cada uno elegirá. Pero creo que lo que diferencia a una película de terror entretenida o a lo sumo buena, de una realmente excelente suele ser el utilizar las capacidades del mundo que propone para crear una correlación o analogía entre este y la realidad, utilizando el terror como una forma de masificar un mensaje (al menos a nivel subconsciente), eligiendo así elevar su discurso al terreno de la crítica, que ciertamente le da un considerable gusto o valor extra a la obra.

Sin embargo, el adjudicarle críticas sociales a determinadas películas puede resultar a veces (en opinión de este redactor) algo polémico o al menos debatible, ya que si hay algo sin lo que resultaría muy difícil concebir el terror, es una amenaza poderosa, desigual e injusta para con los protagonistas. Esto lleva a que las obras del género se presten en muchos casos a un abanico a veces demasiado amplio de posibles analogías, ya que (en términos prácticos y muy simplistas) es posible reducir la ecuación de esta analogía a: Entidad que le hace un mal a los personajes = cualquier padecimiento que sufran las personas en la vida real. Por eso resulta fundamental tratar de considerar la totalidad de la obra, es decir, cómo se articulan lo demás elementos de esta para apoyar (o no) esa posible analogía.

Una aclaración y mínima licencia para esta nota es que la mayoría de las películas que se van a nombrar se ubican sin dudas dentro del género de terror, pero otras lo tocan con un poco más de distancia. Si bien alguna podría considerarse más cercana a otro género que al terror, los elementos utilizados para crear sus respectivas analogías pertenecen o son derivados de este último genero y por eso resulta pertinente mencionarlas.

Ya en 1947, Sigfried Kracauer, en su célebre libro "De Caligari a Hitler", le adjudicaba al terror una cualidad alegórica, al analizar cómo se puede crear un paralelismo entre El Gabinete del Dr. Caligari y la idiosincrasia alemana luego de la primera guerra mundial, tomando al Dr. Caligari como una representación de las autoridades que controlaban a Alemania, y a Cesare (el sonámbulo hipnotizado por Caligari que comete una serie de asesinatos) representando al pueblo alemán.

En 1968, George Romero pudo utilizar el potencial de los muertos vivos como medio para sacar lo peor (o mejor) de sus personajes y generar un crítica social, una de sus películas en las que más se puede notar esto es en Night of the Living Dead, donde un grupo queda encerrado en una casa rodeada por zombis y la única persona negra es quien se lleva el mayor protagonismo debido a las acusaciones del resto de las personas, dando pie a temas vinculados al racismo y los derechos civiles. Pero a pesar de que el mismo Romero desmintió haber premeditado esta analogía al hacer la película, sí lo hizo 10 años después en Dawn of the dead, donde criticó el consumismo, haciendo por ejemplo que los protagonistas, a pesar del horror que los rodea, encuentren alegría disfrutando del centro comercial, y que los zombis sean atraídos casi instintivamente al ese lugar, combinando esto con el uso de algunos planos abiertos en los que los muertos vivos pierden su cualidad de monstruos y recuerdan más a personas movidas por un deseo consumista.

Continuando con este potencial de los zombis, en una versión más moderna, Charlie Brooker decidió poner a los muertos vivos en el contexto de un reality show, y el resultado fue Dead set, una mini-serie británica (luego devenida en formato de largometraje) que criticaba este tipo de programas, respecto a lo estereotipado de sus protagonistas, lo inescrupuloso de sus productores y la demencia de sus espectadores.

Los zombis son un terreno bastante extenso para abordar desde la metáfora, las comparaciones podrían continuar y mencionar el automatismo presente en la secuencia de títulos de Shaun of the dead, o el paralelismo que se crea en la escena del bar entre los zombies y las personas que asisten a un concierto, pero en sí la formula suele ser bastante similar: tomar una actitud o práctica que el realizador desea criticar y poner a los muertos a hacer eso mismo, así que mejor salir de este subgénero para continuar con ejemplos más variados.

A pesar de haber sido negado por las personas involucradas, Invasion of the Body Snatchers (ya en su versión original de 1956) fue interpretada por muchos como una película con un fuerte subtexto McCartista y anticomunista, donde invasores alienígenas reemplazan a las personas con clones carentes de individualidad y otras características que se asociaron con el miedo al comunismo que el gobierno propagó en la sociedad de Estados Unidos en los años 50.

They Live debe ser uno de los ejemplos más obvios y claros de la utilización del terror como crítica social, siendo considerada un gran “fuck you” por parte de John Carpenter a las políticas republicanas y conservadoras que en esos tiempos implementaba Ronald Reagan. Carpenter propone un mundo en el que la clase alta resulta ser una comunidad de alienígenas monstruosos que se disfrazan de personas, infiltrándose en el sistema político y judicial, así como en los medios de comunicación para manipular a la sociedad a través de mensajes de sumisión ocultos en los diversos productos que esta consume. De esta manera, crea un paralelismo con la influencia o control que los medios y políticos pueden ejercer sobre la sociedad para sus propios fines.

Continuando con la obra de Carpenter, The Thing es considerada por algunos como una analogía del SIDA, con un monstruo que se contagia y aloja de forma invisible en sus huéspedes, causando así un paranoia en quienes lo rodean. Este miedo estuvo particularmente presente a partir de la epidemia que se inició en 1981 dentro de la comunidad gay en Estados Unidos, por esto mismo, esta analogía se potencia siendo que la película fue estrenada solo un año después y en la cual Carpenter encierra a varios hombres sin definir su sexualidad, evitando mostrar (por ejemplo) posters de mujeres colgados por los personajes u otras muestras de su masculinidad tan habituales de encontrar en las películas de esta época.

Otro caso que creo vale la pena mencionar es el de Rosemary’s Baby, que (al igual que Eraserhead) puede ser interpretada como una representación de los horrores y miedos a tener un hijo. Sin embargo, si bien esto se encuentra presente en la película, hay algo más profundo que se trata en ella, que son los roles de género tradicionales que se le imponen a la mujer, donde Rosemary es presionada por varias personas que le indican cómo llevar adelante su embarazo y pasa por todo un suplicio para tener un hijo que finalmente no desea y que se concibió con el fin de que el hombre pudiera progresar en su carrera. Cabe remarcar el contexto de esta obra, tiempos en los cuales ya se luchaba por que las mujeres tuvieran derecho y acceso a la anticoncepción y al aborto, cosa que estuvo criminalizada en varias partes de Estados Unidos hasta 5 años luego del estreno de la película.

Este gusto por darle una segunda lectura al terror tuvo un resurgir en el cine de terror independiente de los años recientes. En este rubro, It follows es uno de los ejemplos más evidentes, con una entidad que puede interpretarse muy fácilmente como el simbolismo de una enfermedad de transmisión sexual, más específicamente el SIDA y el miedo que corría en los años 80s (período muy presente en la película) respecto a esta enfermedad, así como este monstruo también funciona como castigo a la promiscuidad sexual que caracterizó a las películas de terror de esa época. A la vez que adopta diversas formas que están relacionadas con los miedos que se les presentan a muchos adolescentes al crecer.

The babadook es un gran ejemplo del terror como analogía, no me gustaría spoilearle la película a quienes no la hayan visto, así que me voy a limitar a decir que está vinculada al dolor y que al final le dan un significado al monstruo que le da toda una nueva perspectiva a la película. Mientras que, por otro lado, historias como la de Megan is missing son una advertencia a los potenciales peligros del contacto a través de las redes sociales (como lo es el grooming), sin embargo esta lo hace a través de un tratamiento efectista y morboso, que si bien no invalida el mensaje, sí puede resultar más interesante de ver mediante una analogía con una vía un poco más indirecta, como es el caso de Kairo, película nipona que se aleja de lo real y utiliza eventos paranormales para hablar de los efectos y la alienación provocada por la tecnología, como si fuera un discurso más moderno de lo que ya planteaba Cronenberg en 1983 con  Videodrome.

Un caso más conocido y reciente fue el de Get out, película que subvierte los roles que estereotípicamente se les suelen asignar a personajes según su color de piel en el cine estadounidense, para hablar sobre racismo al plantear una sociedad de gente blanca que esclaviza y margina a las personas negras (entre las que se incluye el protagonista), relegándolas a un lugar oscuro y de perdición, que en la realidad puede traducirse como la cárcel, sistema en el que (en Estados Unidos) el número de encarcelados negros es cinco veces mayor al de sus compañeros blancos. Con elementos como estos, la película crea una clarísima diferenciación en la valoración de la vida de las personas según su color de piel.

Esta inversión de los roles que típicamente se le asignan a los personajes en base a sus características, también está presente en Tucker and Dale vs Evil, donde se juega con la imagen que se suele retratar de los redneck, terminología con una connotación despectiva que usan en Estados Unidos para referir a la gente que vive en el sur de ese país. A estas personas se las suele tildar de no tener educación, de ser tontas, incultas y, en las películas (aprovechando el miedo o desprecio a ese sector de la sociedad), las pintan como personas malvadas y hasta psicópatas en algunos casos. Sin embargo, Tucker and Dale vs Evil decide traer esta generalización a la mesa al poner a 2 rednecks en el camino del típico grupo de adolescentes de película slasher, pero con un giro de tuerca: durante toda la película el grupo se convence de que los rednecks desean matarlos, pero esto no solo que nunca está justificado, sino que surge como producto de confusiones y prejuicios por parte del típico grupo cool de protagonistas, grupo que resulta ser más tonto que los rednecks presuntamente ignorantes a los que les temen.

Continuando por esta línea de las llamadas comedias de horror (o “Comedy horror”), podemos encontrar que el cine de terror es probablemente uno de los géneros (sino el que más) sabe criticarse a sí mismo, como se puede ver en la sexta entrega de Friday the 13th, o en películas como Final girls, The cabin in the Woods o (si bien no cae dentro de este género) la clásica Scream, estas han sabido diseccionar y traer a luz los diferentes elementos que hacen al género, incluyendo estereotipos, puntos de giro habituales, rasgos comunes de encontrar en los personajes, entre otros, para demostrarle tanto a la audiencia como a los realizadores y la industria la falta de compromiso al mantener vivas formulas repletas de violencia y que ya han sido repetidas hasta el cansancio, al demostrar que somos capaces de reconocer y disfrutar esos clichés. Esta acusación, también estuvo presente en uno de los momentos más memorables de Funny Games, cuando se rompe la cuarta pared y uno de los personajes compromete y vuelve cómplice al espectador, insinuándolo morboso por el disfrute de la violencia que está consumiendo al ver esa película.

La cantidad de ejemplos de películas que metaforizan el terror para transmitir una idea o crítica se podrían continuar citando por largo rato, pero al margen de los casos puntuales, esto sirve para ver el potencial que el género tiene de aportar un valor extra para que las películas no se conformen sólo con entretener, sino que tomen responsabilidad de ser una obra artística que puede comunicar y formar a sus espectadores, y así, dar un paso al siguiente nivel para ser mucho más de lo que generalmente (al menos en el cine más mainstream) terminan siendo.


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